Lucía San José
Los menores, procedentes de campamentos de refugiados de saharauis en Argelia, tenían previsto inicialmente su aterrizaje el pasado 3 de julio, pero no ha sido hasta este jueves (17 de julio) cuando han pisado suelo castellano y leonés tras horas de vuelo y espera, pero con un recibimiento cargado de emoción en el aeropuerto de Villanubla. Allí, en el momento de la salida de los esperados pasajeros del avión, retumbaron los aplausos, acompañados de risas y lágrimas, algunas contenidas y otras no, de los pequeños y de las familias presentes. En un ambiente en el que se escuchaban frases como «ya la he visto», «ahí está» o «cómo ha crecido», mientras los menores rompían la fila para abrazar a sus padres de acogida, acompañados de quienes serán sus hermanos durante las próximas semanas (hasta el 1 de septiembre).
«Ha sido muy duro, con temperaturas de más de 50 grados y la incertidumbre constante», ha relatado el presidente de la asociación de Segovia, Javier Moratalla. El voluntario ha vivido este año en primera persona este retraso, ya que decidió viajar para acompañar a los niños en su vuelo a España y la experiencia se alargó hasta 22 días en los campamentos, atrapado por la cancelación de vuelos. «Nunca había ocurrido un retraso tan largo en 25 años de programa», ha afirmado.
Javier ha reconocido que la dureza del calor saharaui, la falta de agua potable y la precariedad de los campamentos hacen más urgente cada verano esta iniciativa que permite a los niños disfrutar de un verano lejos del desierto, con alimentación adecuada y revisiones médicas. «Los niños preguntaban cada día: ‘¿Cuándo, Javier, cuándo vamos a España?’. La impaciencia de ellos te rompe el alma, pero cuando subes con ellos al avión y ves su emoción, sabes que todo ha valido la pena», ha añadido.
«Las horas no pasaban, solo queríamos abrazarla», ha reconocido Mónica Alonso, vallisoletana de 28 años, mientras sujetaba de la mano a Zenabu, niña a la que acoge desde hace cuatro veranos. La joven ha heredado esta tradición de sus padres, que durante años abrieron la puerta de casa a una pequeña saharaui, un recuerdo que hoy la impulsa a repetir la experiencia con su pareja. «Tu vida cambia mucho, pero en cuanto la ves, todo compensa. Se hacen querer desde el primer día», ha contado.
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