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El conflicto del Sáhara, bloqueado. Marruecos destina al Sáhara Occidental -dentro y fuera del país- un gran despliegue diplomático y económico. A pesar de ese esfuerzo -o quizás gracias a él-, nada ha avanzado en la resolución del conflicto desde que en 1991 Rabat firmara la paz con el Frente Polisario. Tras 15 años de enfrentamiento armado, en 1991 se creó la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso). Sin embargo, la palabra referéndum cada vez aparece más difuminada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Marruecos solo está dispuesto a conceder un régimen autonómico a sus “provincias del sur” y el Frente Polisario reclama un referéndum sobre la independencia.
Debido en buena parte a ese conflicto, la frontera entre Marruecos y Argelia, principal aliado y protector del Frente Polisario, permanece cerrada desde 1994. El coste que esa medida acarrea para la economía de ambos países y de la región a nadie se le escapa. El proyecto iniciado en 1989 que pretendía impulsar un mercado común, con la Unión del Magreb Árabe, es hoy política ficción.
En 2017, Rabat renunció a su política de “silla vacía” y regresó a la Unión Africana(UA), después de haberse ausentado durante varias décadas. La causa de su autoexclusión es que este organismo reconoció como miembro de pleno derecho a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Marruecos decidió a partir de 2017 intentar expulsarla desde el propio seno de la UA. “Cuando un cuerpo está enfermo es mejor curarlo en el interior que en el exterior del organismo”, escribió Mohamed VI en una carta al organismo. Hasta el momento, no ha logrado su objetivo. Pero Rabat sigue tejiendo su red diplomática, religiosa y económica en el continente.
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