Cada 9 de junio no es simplemente una fecha más en el calendario saharaui. Es un día que atraviesa generaciones, geografías y fronteras. Es el Día de los Mártires, cuando la figura de El Uali Mustafa Sayed —el joven líder que con apenas 28 años cayó en combate en 1976— vuelve a alzarse como emblema de dignidad y resistencia frente a la ocupación del Sáhara Occidental.
El Uali no es solo un nombre en los libros de historia. Es el rostro que aparece en murales de los campamentos de refugiados, la voz que resuena en canciones patrióticas, el ejemplo que guía a quienes hoy, casi cinco décadas después, siguen defendiendo el derecho del pueblo saharaui a decidir su propio destino. Su vida, breve pero intensa, condensó las esperanzas de un pueblo entero que, tras el abandono colonial y la invasión marroquí y mauritana, se vio obligado a levantar de la nada una República en el exilio.
Su muerte no frenó el camino del Frente POLISARIO ni apagó la voluntad del pueblo saharaui. Al contrario: selló con sangre un compromiso colectivo de lucha que se ha prolongado hasta nuestros días. Desde entonces, el 9 de junio no es solo memoria: es acto presente, es conciencia viva. En las escuelas de los campamentos, en las manifestaciones de los territorios ocupados, en la firme voz de la diáspora en Europa o América Latina, el nombre de El Uali sigue convocando a la unidad, la resistencia y la esperanza.
En 2025, esta conmemoración adquiere un significado especial. El conflicto, lejos de resolverse, ha entrado en una nueva fase de tensión: la lucha armada se ha reactivado en el muro de separación, la diplomacia internacional sigue bloqueada, y la represión en los territorios ocupados se ha intensificado. Pero, a pesar de todo, el espíritu saharaui no se ha quebrado. Cada mártir, cada desaparecido, cada preso político son eslabones de una cadena de dignidad que no ha podido ser rota.
El Día de los Mártires no es un ritual vacío. Es un grito colectivo: por justicia, por libertad, por un futuro sin exilio ni ocupación. Es el recordatorio de que la autodeterminación no es una consigna del pasado, sino una exigencia del presente. Y en ese presente, El Uali Mustafa Sayed no está ausente: su ejemplo sigue vivo en cada joven saharaui que se niega a resignarse, en cada mujer que organiza la vida en los campamentos, en cada voz que denuncia la ocupación ante el mundo.
Hoy, como ayer, el pueblo saharaui mantiene encendida la llama de la libertad. Y mientras esa llama arda, el nombre de El Uali seguirá siendo faro y promesa de victoria.