No sabemos qué factores determinan que un muro sea visible o invisible a ojos de la opinión pública. Si hablamos del muro marroquí construido en el Sáhara Occidental, el tamaño no es uno de ellos. Si bien hasta 1976 existía una estrecha relación entre el Sáhara Occidental y España, pues este territorio era una provincia española más, su ocupación por parte de Marruecos ha provocado que caiga en el olvido de las nuevas generaciones de españoles.

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La segunda muralla más grande del mundo construida por la humanidad -sólo detrás de la Gran Muralla China- supera los 2.720 kilómetros de longitud. Sin embargo, atravesar la del gigante asiático es cosa de niños si la comparamos con la que atraviesa el oeste del Magreb: vallas, búnkeres, una compañía militar cada cuatro kilómetros. Y lo más peligroso y terrible: cerca de diez millones de minas antipersona sembradas en el desierto.

En sus inicios, la finalidad marroquí con este muro era evitar las incursiones del Frente Polisario en la zona del Sáhara ocupada por los alauitas durante los 16 años que duró el conflicto armado (1975-1991). Hoy en día, desde el alto al fuego, esta barrera evita que los refugiados saharauis vuelvan a su territorio. Ahora se ha convertido en una línea que separa igual la tierra fértil del desierto, como la vida humana de la muerte.

La plataforma ‘Gritos contra el Muro’ la compone un colectivo de jóvenes saharauis que decidió organizarse para visibilizar y denunciar el muro que divide el Sáhara Occidental. Brahim Chagaf (1988) es uno de sus miembros: «Llevamos trabajando desde el 1 de enero de 2013 a raíz de un encuentro convocado por los jóvenes saharauis en la diáspora. A partir de ese encuentro se organizó una marcha frente al muro«.

Él no asistió aquel día, pero los que sí lo hicieron pusieron su vida en juego: «Los propios militares comenzaron a insultar a los manifestantes. El ambiente se caldeó, comenzaron a volar piedras de un lado a otro. Mis compañeros sobrepasaron el límite que marca la entrada al territorio minado y los soldados respondieron con disparos al aire«.

Afortunadamente, aquel día no hubo víctimas, pero fue un punto de inflexión para aquellos jóvenes: «Fue un caos. Ahí vimos que teníamos que organizarnos y hacer algo contra ese muro asesino». Desde entonces, entre las múltiples actividades que realizan para reivindicar el derecho de la autodeterminación del Sáhara Occidental, la plataforma organiza marchas periódicas al muro.