La inviabilidad de la imposición de un Plan de Autonomía para incorporar el Sáhara Occidental a Marruecos sin que el pueblo saharaui ejerza su derecho a la autodeterminación

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Madrid. – 11/02/2021 – ECSaharaui.

Por Salem Mohamed /ECS

 

Estos últimos días asistimos viendo como se ha difundido a través de varios medios españoles, el mensaje básico del régimen marroquí, basado en el uso repetitivo de »solución justa, duradera, pragmática, realista», palabras usadas hasta la saciedad por los funcionarios marroquíes para blanquear el fantasioso ‘Plan de Autonomía’ que proponen, tan creíble el »mutuamente aceptable» que lo suele acompañar. Mohamed VI presenta al mundo la solución de una autonomía dentro de Marruecos cuando ni siquiera es capaz de otorgar derechos democráticos a su pueblo, ni hablar de los riesgos de masacre sistemática o represión contra el pueblo saharaui, como ya intentó hacer Hassán II en los 70′.

Lo primero es que no es la solución justa porque no se ajusta al derecho internacional, ni tampoco satisfará el deseo del interesado, que es pueblo saharaui y su derecho a pronunciarse para decidir su futuro libremente. Tampoco es duradera porque carece de legitimidad, en una supuesta autonomía, el malestar saharaui estallaría una y otra vez, lo que derivaría en graves episodios de represión. Igualmente no es pragmática porque implanta una solución unilateralmente en base a beneficios económicos y no atajando la génesis del conflicto, que es permitir y proteger el derecho inalienable de los saharauis a decidir su destino como última colonia africana. Asimismo, tampoco es realista porque obvia la realidad del pueblo afectado y pasa por alto sus legítimas reivindicaciones. Todas estas objeciones contraponen e invalidan el tan desgastado »mutuamente aceptable».

Este mismo plan autonomía anula la esencia de la propia solución, que es permitir a los saharauis expresarse libremente. Hasta es contrario a la propia razón de existencia de la misión de la MINURSO, que es organizar un referéndum, de paso también obvia las negociaciones, así como de las precondiciones firmadas en el acuerdo del alto el fuego en 1991 y en el Acuerdo Marco. Esta aventura atrevida de los diseñadores de dicha solución solo se explica por medio de la impunidad de la que gozan.

Institucionalizar una ocupación militar y adaptarla en un estado como Marruecos, que ni siquiera garantiza la salud democrática en su país y teniendo en cuenta las atrocidades que cometía y comete en los territorios ocupados, nos permite concluir con que esta solución es completamente la no solución. Sin legalidad no hay legitimidad.

¿Cómo se va a aceptar la autonomía como solución? La autonomía no ataja ni apaga el fondo del problema simplemente porque no se tiene en cuenta a la población a la que le concierne su aplicación.

Además de todo esto, no es ni puede ser la solución porque supondría la destrucción de la identidad social, cultural e histórica de la comunidad saharaui, bien diferenciada de la marroquí, demostrándose en su momento que no existían ningún tipo de lazos entre ambas. Este genocidio cultural enmascarado de falsa autonomía supone a la vez la negación más absoluta del derecho de existencia del pueblo saharaui, al imponerle la »marroquinidad» y vetar su libre autodeterminación. Por lo tanto, no es una solución, es una trampa que despotencializa y cancela definitivamente a la causa saharaui. El Plan de Autonomía arroja alarmantes y desastrosas consecuencias y solo echa más gasolina al fuego.

La ONU y la MINURSO.

Si bien es cierto que la ONU ha mantenido su posición firme en cuanto retórica, que no práctica, lo que le ha granjeado varios enfrentamientos con Marruecos. El problema de esto es que la firmeza de su discurso es completamente contrapuesta a su papel en el terreno. Convirtiendo sus prórrogas en meras nuevas extensiones técnicas del conflicto. Su utilidad como órgano que vela por la paz y seguridad internacionales ha quedado insidiosamente contraria a los valores y principios sobre y por los que se creó. La no imposición de la solución (2003) a Marruecos cuando el Frente Polisario la aceptó aún cuando implicaba ceder, es una de las mayores incógnitas de este conflicto. La pasividad de esta organización frente a las tácticas dilatorias de Marruecos ha perjudicado en doble sentido al pueblo saharaui; por un lado ha mermado su credibilidad y reputación, y por el otro permitió al ocupante consolidar su ocupación mediante la política de hechos consumados. Es difícil de explicar cómo Marruecos ha esquivado a la ONU y al derecho internacional desde el primer plan de 1975 (Plan de Waldheim) hasta nuestros días. Estancado además un conflicto que le ha causado ostracismo continental y tensiones regionales. A pesar de todo esto, la ONU sigue sin ver como el estado marroquí actúa violando todas las leyes en detrimento de sus países vecinos, bloqueando el pleno desarrollo de la región del Maghreb.

Por ello, de aquí en adelante, cualquier informe, denuncia o declaración que haga que no sea la de organizar un referéndum, debe leerse en clave de retraso, ya que solo prolonga la duración del conflicto y todas las anomalías que se derivan de el. Esto no es opinión, es fáctico y lo peor, es que está documentado en sus propias resoluciones. En la última resolución del 30 de Octubre de 2020, casi dos semanas antes de estallar la guerra, en la que prorrogaron la MINURSO por un año, no enfatizaron el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Con un lenguaje renovado y envolvente pretendían suprimir un derecho por el cual ellos mismos votaron a favor, lo que es un revés a su credibilidad y justifica en gran medida las razones de los saharauis para no creer en esta misión que ha acabado por ser una expedición vacacional para sus variados contingentes.

Origen: La inviabilidad del Plan de Autonomía marroquí en el Sáhara Occidental.