“Hola, Joe”. Así comienza la carta que niños y niñas de los campamentos de refugiados del Sáhara escribieron hace dos meses al nuevo presidente de EEUU. En ella le pedían que no hiciera “como el presidente que había antes” y dijera que el Sáhara no es de Marruecos, y acababan por invitarle a visitar los campamentos, sentarse en una jaima a charlar con sus abuelos y compartir con ellos un cuscús y los tres tés.
Son niños que frecuentan las bibliotecas del Bubisher, una asociación de escritores y enseñantes saharauis y españoles que tratan de llevar libros, cultura y diversión, a los niños nacidos en el exilio de Tinduf.
Solo elDiario.es recogió la nota que distribuyó la agencia Europa Press cuando los niños escribieron a Biden. En el resto, silencio. Perdón por el tópico: silencio cómplice. Del olvido, de la condena a la no existencia, a pesar de que esos niños son ya la cuarta generación nacida en los campamentos. Hay ya más muertos en sus cementerios que vivos. Los niños también se acordaban en su carta de sus primos que viven bajo la opresión y la represión en el Sáhara ocupado por Marruecos, el Sáhara que ellos llaman “Sáhara kebir”, el “Sáhara grande”.
No ha habido respuesta, hasta hoy al menos, desde la Casa Blanca. Geopolítica manda. Pero ellos, nos dicen, aún confían. Y esperan.
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