Salem Mohamed.
ECS. Madrid. | Desde hace 20 años, el control de las aguas estaba cambiando las relaciones hispano-marroquíes, y tuvo su punto más álgido durante el conflicto armado en la isla de Perejil hasta los recientes flujos migratorios marroquíes en la frontera de Ceuta y Melilla, las relaciones de los dos países se han ido incendiando pero siempre bajo iniciativa marroquí.
Sería de una incredulidad supina decir que lo que hemos visto en los últimos días respecto al conflicto del Sáhara Occidental tras el infame posicionamiento de España con Marruecos, se debe a que España desea proteger su territorio, especialmente Ceuta, Melilla, Islas Canarias e incluso Andalucía, de la manifestada intentona marroquí de anexionarse Ceuta y Melilla. Esto ya de entrada elimina cualquier posibilidad de tratar como amigo o aliado a quien amenaza con invadir territorio de su vecino.
Esta tensa disputa llevada en secreto por las aguas territoriales ha sido obviada deliberada o inadvertidamente de los análisis y de los comunicados bilaterales, se trata del Monte Tropic, un antiguo volcán marino ubicado a aproximadamente 250 millas al suroeste de las Islas Canarias, al oeste del Sáhara Occidental, que nace del fondo del Océano Atlántico a más de 4.000 metros de profundidad y 1.100 metros de la superficie, albergando una de las mayores reservas de Telurio, siendo considerado reserva estratégica por la Unión Europea. Lo que ha despertado de nuevo, como pasó con Hassán II en 1975 con el Sáhara Occidental, la codicia y el apetito expansionista marroquí que no duda en violar el derecho internacional.
Después de que Marruecos ratificara las leyes de sus aguas territoriales, el gobierno canario mostró su rechazo y se colocó en primera línea de enfrentamiento en las relaciones entre Rabat y Madrid, que se mantenían excelentes por entonces, especialmente después de la visita del Rey de España y su recepción por la monarquía alauita en Marruecos, donde incluso firmaron acuerdos.
Para Marruecos, Canarias supone un escollo para la demarcación de sus fronteras marítimas; incluso más que Madrid ya que el gobierno central no ha defendido con firmeza la posición de su gobierno autonómico, aunque está en línea con sus exigencias y denuncias per muy tímidamente.
A pesar de la presión marroquí sobre España, ejercida en dos ámbitos; económicamente en el norte bloqueando a Ceuta y Melilla, y políticamente inundando las islas del sur de migrantes, acompañado de una retórica diplomática desafiante que usó la acogida de Brahim Ghali para canalizar su enojo. Desde que Pedro Sánchez mostró su ilegal apoyo a la ocupación marroquí del Sáhara Occidental, la llegada de pateras desde Marruecos aumentó en un 700%. Si bien la carta difundida por el gobierno español se centra en la »comunicación permanente y transparente y el cese de acciones unilaterales» todo el mundo diplomático sabe del nulo compromiso de Marruecos con sus acuerdos. En este sentido, cabe destacar que Marruecos no ha publicado una carta afirmando que respetará la integridad territorial de España, ni un acuerdo, ni un tratado de intercambio, ni nada que se le parezca.
Por el contrario, las relaciones entre las dos partes siguen siendo algo parecidas a un tira y afloja constante que Marruecos estira a su antojo. La supuesta »transparencia y comunicación permanente» que aludía la carta, se refleja en el hecho de que Mohamed VI mantiene en el aire la fecha de la visita de Pedro Sánchez.
Se concluye pues que para conocer los contornos de la supuesta nueva era de relaciones en curso entre Rabat y Madrid, hay que fijarse en el nuevo elemento que perturba las relaciones: la disputa por el Monte Tropic y los minerales que alberga, que se añade a la posición de España como potencia administradora en la cuestión de la descolonización del Sáhara Occidental. Si bien Pedro Sánchez ha recalcado que no es un cambio de posición, asegurando que apoyar la autonomía era la posición del anterior gobierno de Rajoy y Zapatero, por lo que cabe preguntarse porqué ahora y no antes se anunció una »nueva era» con Marruecos, si el pilar central de esta nueva era es el alineamiento de España con las tesis expansionistas marroquíes, que según Sánchez y Albares ya se apoyaban desde el 2008.
La amenaza sobre Ceuta y Melilla, inmigración ilegal en el Atlántico y Mediterráneo, apropiación de las aguas canarias…ahora, 20 años después, el control de las aguas aparece de nuevo en el horizonte como un obstáculo más en las relaciones hispano-marroquíes debido a la persistencia marroquí en violar el derecho internacional impunemente, y España a ceder a los chantajes marroquíes, que indudablemente tendrán repercusiones nefastas para el futuro de España, al mostrarle a Marruecos que con su chantaje y amenazas puede lograr lo que quiere.