La dromedaria lechera
En su interior se iban repitiendo aquellos versos, mientras avanzaba con el viento suave de otoño en busca de la estrella del norte.
Cuando dio sus primeros pasos después de un largo día, la estrella que indica el sur estaba brillando en el cielo. Observó su dromedario atado a un árbol de ramas desnudas, dirigió su mirada hacia el norte, sintió el calor que había dejado el sol de otoño. Empezó a contar las montañas que le separaban de su familia. Recordó a su hija, cuando le contaba la historia de la niña peregrina. Una niña que se perdió en busca de un lago lleno de leche y rodeado de dátiles.
Colocó el turbante negro sobre su cuello, empezó a doblar sus mantas y después el cojín. Metió la pequeña radio portátil en una funda, era el objeto más preciado, la única compañía.
«Llevo tres semanas y no he encontrado ningún rastro de la dromedaria lechera y su cría», se preguntaba una y otra vez. «Mí hija estará pensando en la leche de lago que yo le prometí muchas noches mientras soñaba sobre la alfombra», pensaba hacia su interior.
Él había dejado su familia aquella mañana al norte de Zug (Pequeña localidad al sureste del Sahara Occidental) cerca de Feleklek (Montañas situadas en Tiris en la parte sureste del Sahara Occidental), donde empieza a avistarse el desierto de dunas de Azefal (Desierto de dunas, se encuentra en la frontera sureste de Mauritania y el Sahara Occidental). Desató las riendas del dromedario, el animal lo observó extrañado, quizás no esperaba que él, iba a emprender el viaje hacia Duguech (Localidad rodeada de montañas con un pozo de agua, está en Tiris, Sahara Occidental) más al norte. El animal extrañaba los vientos del sur, el agua del pozo de Zug y los pastos de la planicie de Agaamun (Lugar situado en el sureste del Sahara Occidental).
En otoño los días son calurosos y largos, mientras las noches son más frescas. Cuando oscureció y empezaron a brillar las estrellas, cogió las riendas de su dromedario y empezó a caminar en busca de la estrella más brillante. La buscó en el cielo, sabía que la noche era más apacible para cruzar el Sahara. La última vez que habló con alguien, fue con un buscador de ganado que le había dicho que su dromedaria estaría cerca de Leyuad (Montañas que están en Tiris, Sahara Occidental) donde había llovido y el ascaf (Planta que sirve de pasto para las ovejas y camellos, la carne de los animales que comen esta planta tiene excelente sabor) empezaba a reverdecer.
En ese momento pensó que la noche era su mejor aliado. Su animal de carga, aquel dromedario de color blanco aguantaría varios días sin beber hasta alcanzar el próximo pozo. A él le quedaban dos odres de agua y sabía que era su seguro de vida, sin agua no podía alcanzar el pozo de Duguech.
En medio de la noche se acordó de un poema sobre la montaña de Lechuaf, donde tres generaciones de su familia habían nacido. Se acordó de su hija y su mujer en el interior de la jaima esperando la preciada leche de dromedaria, tichtar (tiras secas de carne que utilizan los saharauis en su comida) y pan de cebada. De repente empezó a mirar al dromedario como queriendo hablarle en silencio, recordó los últimos versos que escribió su padre:
Noche estrellada
llévame a Lechuaf
a la pradera de ascaf
al crepitar de una llama
al árbol de atil*
al tablero de arena
donde yo nací
entre las montañas
cuando conocí
el sonido del tambor
en la lejanía de unos versos.
(…)
LEE + EN EL ORIGINAL: naiz: Iritzia | Opinión – La dromedaria lechera