Para el diario italiano Ilfoglio, el riesgo de que Rusia pueda controlar el supuesto Gasoducto Transahariano Nigeria-Marruecos va mucho más allá de las materias primas energéticas. El Kremlin podría extender su influencia en el continente para rodear y presionar a Europa.
Redacción | ECSAHARAUI
Madrid (ECS).- La guerra en Ucrania, está claro, limitará y comprometerá el comercio ruso de materias primas energéticas con Europa. «No hay escapatoria a las sanciones, al menos a largo plazo. Pero hay una forma en la que Moscú podría intentar mantener su papel como proveedor privilegiado de energía del viejo continente, lo que le permitiría al gobierno de Vladimir Putin tanto no ver colapsar su economía como mantener su influyente posición política en el exterior. ¿Como? Acudir a África», reveló el diario italiano Ilfoglio.
«Recibí a los rusos en la oficina la semana pasada, están ansiosos por invertir en este proyecto y hay muchas otros actores que también quieren hacerlo». Esta frase dicha el pasado 2 de mayo por Timipre Sylva, el ministro de Petróleo de Nigeria, y se refiere al gasoducto submarino (del que se habla desde 2016) que conectará supuestamente Nigeria con Marruecos. Desde Marruecos, entonces (este es el objetivo principal) el gas podrá llegar a Europa. En otras palabras, Rusia podría ser capaz de hacer las inversiones necesarias en África para eludir las sanciones que la UE está desarrollando con esmero en este momento. No hay tiempo para hablar: el ministro nigeriano añadió que el presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, tiene previsto poner en marcha el proyecto antes de dejar el cargo, por tanto ya en mayo de 2023, exactamente dentro de un año.
El ministro nigeriano de Energía Sylva lo dejó claro: «Rusia quiere financiar la construcción del gasoducto». Una obra de más de 5.600 kilómetros de longitud que, llegando a pocos kilómetros de España, abriría una excelente oportunidad para Europa de conseguir suministros a precios competitivos. Pero si esta obra la financia (y por tanto, lógicamente, la gestiona) precisamente Rusia, entonces la eficacia de las sanciones corre el riesgo de verse comprometida.
Nigeria, que reconoce a la República Saharaui, es un país muy rica en hidrocarburos, pero todavía es relativamente pobre en infraestructuras y plantas para la producción de energía. Esto es suficiente para que Abuja pueda llevar su gas y petróleo al norte, a la costa sur del Mediterráneo. Pero hay otra razón quizás aún más sustancial: en este período la estrategia de muchos países de la UE es precisamente la de diversificar sus fuentes de suministro. El bloque europeo necesita romper rápidamente su dependencia de las exportaciones rusas, para poner al Kremlin en una situación difícil y, posiblemente, forzarlo a una solución diplomática y un alto el fuego. Para ello, se centra en países africanos como Argelia, Angola, Congo y Egipto. Y aquí está el quid de la cuestión: Moscú podría utilizar África como una segunda frontera desde la que triangular sus operaciones, seguir gestionando el comercio de materias primas energéticas y, con un ingenioso juego de tres cartas, liberarse del yugo de las sanciones.
Si Moscú hoy está en condiciones de controlar las exportaciones de algunos de los países africanos más importantes, es gracias a una estrategia ya muy avanzada en el continente. Desde hace algún tiempo, Moscú se ha propuesto como un interlocutor creíble en África, apoyándose sobre todo en la ausencia de un pasado colonial propio; llena los vacíos dejados por la progresiva falta de interés europeo; aprovecha la inestabilidad creada en el Sahel por el extremismo yihadista para desprestigiar y sabotear misiones europeas como Eucap y Barkhane. Al mismo tiempo suministra armamento y milicias (incluidos el grupo Wagner) y convalida golpes de Estado, como ocurrió últimamente en Malí.
El riesgo de que Moscú pueda controlar el oleoducto transahariano Nigeria-Marruecos va mucho más allá de las materias primas energéticas. El Kremlin podría expandir su influencia en África para rodear y presionar el continente europeo, tal vez dirigiendo los flujos migratorios hacia las fronteras de la UE a voluntad para favorecer a partidos y candidatos soberanos y euroescépticos. En otras palabras, las mismas personas que han apoyado las políticas prorrusas durante años.
En Marruecos lo están festejando a lo más alto. «(El gasoducto) será ‘la’ referencia de la cooperación sur-sur tanto a nivel económico como político», aseguró este jueves el periódico electrónico el más leído de Marruecos, «Hespress.ma». Pero para Francis Perrin, investigador en el centro de reflexión Policy Center for the New South, con sede en Rabat, es «muy pronto» hablar de las etapas siguientes del proyecto, y una vez llegado el momento «hay que examinar dos grandes cuestiones antes de la fase de construcción: los mercados y la financiación. El camino aún es largo», declaró Perrin a EFE.
Pese a las ventajas que ofrece, como Perrin varios expertos coinciden en el carácter «complejo» del proyecto, que difícilmente dará una solución a Marruecos en materia energética por una cuestión de tiempo, ya que el proyecto tiene una viabilidad estimada en veinte años y la intención de Rabat es buscar fuentes de energía para subsistir.
Obsesionado por su vecino del este, Marruecos dibuja todos sus proyectos sobre los ya lanzados por Argelia, su principal enemigo en el norte de África. Ha sido en esta, como en otras cuantas, una fallida estrategia que entró en juego tras el anuncio del proyecto del gasoducto que conecta Nigeria con Marruecos en un intento inútil de intentar abortar otro proyecto similar, que tenía previsto pasar por Argelia.
Si bien la creciente demanda de gas en Europa puede ser particularmente interesante para el «gasoducto Nigeria-Marruecos», este mercado sigue siendo muy competitivo. De hecho, sería técnicamente difícil para el gasoducto realizar una incursión en este terreno donde están bien instalados Rusia, Noruega y Argelia, sin mencionar las ambiciones egipcias. Estos exportadores tienen contratos de entrega a largo plazo con países europeos, que se extienden por una docena o incluso veinte años.
El proyecto presentado por el régimen de Rabat, se remonta a diciembre de 2016, cuando el Rey de Marruecos y el Presidente de Nigeria firmaron dos memorandos de entendimiento, cuyo objetivo es la construcción de un gasoducto de más de 5.000 km para conectar las dos naciones. En conclusión, Mohamed VI puede consolarse construyendo su torre, que quiere ser la más alta de África. Otro proyecto extravagante, que matará aún más de hambre a un pueblo marroquí agotado por el reinado de una monarquía depredadora, es difícil de conseguir.
Origen: Moscú tiene un plan para eludir las sanciones europeas. Acude a África para controlar el gas.