A medida que pasan los días se acentúan las consecuencias del patinazo de Pedro Sánchez y su ministro Albares en la crisis abierta con Argelia por el giro en su consideración sobre el Sáhara Occidental como provincia autónoma de Marruecos.
La soledad de ambos es la de Pepe Gotera y Otilio ante una chapuza descomunal que resulta cada vez más clamorosa y de más difícil arreglo. «¿Y ahora qué?», Parecen decirse. Resulta que las relaciones con Argelia se han ido al garete y la postura de Marruecos ni es más amistosa ni más conciliadora de lo que venía siendo históricamente.
La monarquía alauita no solo no tiene ninguna prisa en cumplir los compromisos adquiridos con Sánchez y Albares, sino que es más que probable que nunca llegue a cumplirlos. Mientras tanto, lo que sí se ha conseguido es cosechar el desprecio y la desconfianza de Argelia, que ya prefiere contar como aliados con otros países europeos antes que con el nuestro. Y la chapuza sigue creciendo.
La cantilena de Albares echando la culpa a Putin de esta crisis no acaba de colar y solo echa más leña al fuego. Pero la culpa, en este caso, no puede echársele al maestro armero, ministro, toca apechugar y asumir que las consecuencias de la temeraria idea de arrojarse en brazos del Majzén, son de su absoluta autoría.
Me comenta un amigo en este sentido que Marruecos es algo así como el maltratador que somete a humillaciones constantes a su víctima y, al mismo tiempo, exige respeto; alguien que cuantas más contemplaciones se tengan con él, más te seguirá exigiendo y humillando.
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