FOTO: Centenares de personas tumbadas en el suelo durante una manifestación contra las políticas migratorias, en la Plaza del Callao, a 26 de junio de 2022, en Madrid (España).- Fernando Sánchez / EUROPA PRESS

El asesinato a sangre fría de decenas de personas migrantes –cerca de 40, según las ONG en el terreno– ha vuelto a evidenciar cómo nuestro gobierno, ese que se dice el más progresista de nuestra democracia, desprecia determinadas vidas. El modo en que el pasado sábado Pedro Sánchez obvió la masacre, pasó por encima de las personas migrantes, respaldando la actuación de la policía marroquí y haciendo cómplice a las fuerzas fronterizas españolas, fue demasiado vil para tolerarlo, aunque desde Unidas Podemos (UP) se tolera… se protesta, pero se tolera.

Atribuir la culpa de la masacre a las mafias de tráfico de personas es como escudarse únicamente en el coronavirus para justificar la tragedia vivida en las residencias de mayores en Madrid tras implantar un protocolo que impedía su traslado a hospitales. Es exactamente lo que hizo nuestro gobierno, del que se ha llegado a decir que es uno con dos almas y ahora se duda de que siquiera tenga almas.

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