Sáhara Occidental: la página más negra de Pedro Sánchez – Semana Negra

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Sáhara Occidental: la página más negra de Pedro Sánchez – Semana Negra

 

 

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Y la primera cesión llegó el 18 de marzo de 2022 cuando el Palacio Real marroquí anuncia que Sánchez considera la iniciativa de autonomía como «la base más seria, realista y creíble para la resolución del referendo sobre el Sahara», y desea establecer una nueva relación con Marruecos y garantizar la estabilidad e integridad territorial de los dos países.

La inclusión del adverbio más suponía un cambio en la posición mantenida hasta entonces por los gobiernos españoles dejando incluso corta la propuesta ya comentada de Zapatero, iba en contra de varias resoluciones de la ONU, ignoraba la opinión de los socios de gobierno de Sánchez, lograba la oposición de todo el parlamento español salvo el grupo socialista, indignaba a Argelia y, sobre todo, constituía una nueva puñalada de un gobierno español a los legítimos derechos del pueblo saharaui. Tanto Sánchez como su escudero Albares intentarían por todos los medios convencernos de los beneficios que se derivarían de la nueva relación con el amigo marroquí. Hablarían de garantizar la estabilidad de Ceuta, Melilla, las islas Canarias e incluso Andalucía; de abrir las fronteras comerciales con las dos ciudades norteafricanas; de acrecentar los ya importantísimos intercambios comerciales con Marruecos, manteniendo al tiempo las buenas relaciones con Argelia; de seguir colaborando en materia de inmigración (no lo dirían pensando en el trágico asalto a la valla de Melilla, me imagino); y, en el colmo del cinismo y la desfachatez, mostraban su satisfacción por haber contribuido a hallar una salida al conflicto saharaui y a los sufrimientos de unos refugiados a los que, por supuesto, seguirían ayudando económicamente.

Cualquier observador coincidirá en que la realidad es hoy otra muy distinta a la que Sánchez y Albares quisieron vendernos: las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla siguen cerradas; las islas Canarias temen las consecuencias de un espacio aéreo del Sáhara Occidental controlado por Marruecos y recelan de la delimitación de aguas marinas que pretende Rabat, que insiste ante la ONU y la UE en que Ceuta y Melilla son ciudades marroquíes ocupadas por España; nuestro Gobierno no ayuda al pueblo saharaui, sino al ocupante que quiere acabar con él y al que facilita vehículos, armamento y créditos en algunos casos no retornables; hemos perdido la condición de cliente preferente del gas argelino, y hoy lo tenemos que comprar mucho más caro, mientras las importaciones de productos españoles a Argelia están bajo mínimos.

Ante esta realidad cabe preguntarse qué llevó a Pedro Sánchez a cambiar la postura tradicional de España sobre el Sahara, y qué lo está haciendo ceder permanentemente a las pretensiones marroquíes poniendo en peligro, incluso, la seguridad nacional. Y la respuesta sólo puede estar en el Programa Pegasus —del que no quiere que se hable ni se investigue— y en las escuchas de su móvil y del de varios ministros.

Un día se sabrá por qué el autor de Manual de resistencia convirtió su traición al pueblo saharaui en la página más negra de su mandato como presidente. Por si está preparando ya su propia versión de La historia me absolverá, que sepa que ni los saharauis ni quienes apreciamos la justedad de su causa vamos a absolverlo.

 José Ignacio Algueró Cuervo

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