Aicha tiene 9 años. Lleva apenas unos días en Euskadi. Observa todo con sumo interés mientras va de un sitio a otro. Ana no la quita ojo. Aicha se acerca a ella y le dice algo. Aún no se entienden muy bien. La pequeña no sabe castellano así que tiran mucho del lenguaje de signos. Esta cría es una de las 225 niñas y niños saharauis que pasan este verano en Euskadi. Este sábado ha estado en el parque de Doña Casilda, donde se celebraba la fiesta de bienvenida para estos chiquillos. Ana Mazo es durante esto meses su madre de acogida.
El de este 2024 será el primer verano que esta niña pase en el hogar de esta familia de Sestao. Pero no son unos desconocidos. Su hermana mayor, Rachida, que ahora tiene 21 años, ya pasó con ellos cuatro veranos. Y Ana y su marido Javier estuvieron visitándoles en el campamento donde viven en el desierto del Sáhara.
«Los lazos que se crean entre las familias vascas y las saharauis son para toda la vida. Hay un vínculo muy fuerte», contaba Mikel Fernández, presidente de la asociación Barakaldo Salam. Él, además de hospedar, fue de niño hermano de acogida. Compartió la infancia con un niño saharaui que pasaba el verano en su casa. Su padre acude desde entonces con cierta periodicidad al desierto a visitar a su ‘otro hijo’. Allí, en la localidad de Tisla, esta asociación ha llevado a cabo varios proyectos solidarios. En la actualidad están colaborando en la renovación de la guardería y en la mejora de las conducciones de luz y agua. Antes lo hicieron con otros proyectos para mejorar diversas necesidades de una localidad que está hermanada con Barakaldo.
Los pequeños del Sáhara que vienen a pasar dos meses de verano en Euskadi tienen entre 8 y 12 años. «Este año han sido 225 repartidos en dos aviones, pero años atrás fletábamos cuatro. Necesitamos familias acogedoras con urgencia para poder traer a más niños. Es muy gratificante para todos. El 80% de las nuevas personas que acogen a un niño repiten», pedía Álex Hernández, de Oporrak Bakean Bilbao. Estos 60 días les permiten llevar durante este tiempo una correcta alimentación, lo que ayuda a paliar las carencias nutricionales que tienen en los campamentos. «Allí no les llegan alimentos y medicinas con fluidez. La situación está fatal, con una guerra en la frontera de los territorios ocupados a lo que hay que sumar unas temperaturas que en verano superan los 50 grados durante el día», explicaba.
En Euskadi Osakidetza les realiza exámenes médicos para valorar su estado de salud y detectar posibles enfermedades. También van al dentista y si hubiese algún chiquillo con necesidades especiales o enfermedades graves existe la posibilidad de que se quede más tiempo para recibir tratamiento.
Valor humano
No todos los niños saharauis se quedan en familias. En Euskadi existen tres albergues donde también les acogen. Haizea Blanco y Katixa García, de Darahli Elkartea, son responsables del ubicado en Larrabetzu. «Tenemos a 17 chavales. Para ellos es como estar en una colonia de verano. Hacen diferentes actividades y excursiones. Además se arropan entre ellos y contamos con una persona que habla su lengua, lo cual es muy útil para todos. El campamento es como una familia grande», cuentan.
La fiesta organizada en el parque de Doña Casilda contaba con varios espacios diferenciados pensados para los más pequeños. Había juegos infantiles, hinchables, talleres de percusión y una zona donde los asistentes podían realizarse dibujos de jena en la piel. Una de las personas que se encargaba de crear estas pequeñas piezas artísticas era Adala Mohamed. Ella fue una niña de acogida. Vino por primera vez con 8 años. Estuvo tres veranos. Regresó después para ser tratada de un problema grave en un riñón. Años más tarde consiguió asentarse en Euskadi, donde han nacido sus tres hijos.
«Este programa de acogida es muy importante, sobre todo a nivel humano. Acerca al pueblo vasco y al saharaui y se crea una amistad entre las familias de los dos lugares», destacaba. Pero no solo eso. Adala resaltaba que a los niños de los campamentos les permite cambiar de aires. «Conocen otra gente, otra cultura y ven que el mundo es también amable y que no hay solo guerra, invasión y carencias».