La monarquía garantiza estabilidad institucional y social, pero no consolida el Estado de derecho
La modernización en infraestructuras no reduce la pobreza ni las desigualdades
Francia también se alinea con Marruecos en el Sahara
Habían pasado apenas 12 años cuando el historiador francés Pierre Vermeren, uno de los grandes especialistas del Magreb contemporáneo, tituló el primero de los grandes balances del reinado del actual monarca alauí: El Marruecos de Mohamed VI. La transición inacabada. Transcurrido un cuarto de siglo del ascenso al trono de Mohamed VI –la efeméride tuvo su celebración oficial el pasado 30 de julio–, puede decirse lo mismo que entonces, aunque con la certidumbre de que, si el modelo de referencia es el de las monarquías parlamentarias y ceremoniales de la vieja Europa, el resto de reinado del actual monarca no verá una transición como, por ejemplo, la española –a pesar de que los reiterados paralelismos trazados entre el Marruecos contemporáneo y la España de finales de los 70.
Para comprender lo que no ocurrirá, hay que recordar que el rey en Marruecos reina y gobierna, pues él decide la identidad del jefe del Gobierno y de los llamados ministros de soberanía, así como suya es, en fin, la última palabra sobre los grandes asuntos del Estado. El monarca marca en sus discursos las líneas maestras del desarrollo del país y los políticos tratarán de hacer su voluntad realidad.
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