Un equipo de la Minurso en una fotografía de archivo. | ONU
Abderrahman Buhaia
En la primavera de 1991, se creó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO). Era una misión de paz sui géneris, ya que era la primera vez que se implementaba una misión de este tipo para traer la paz a una zona de guerra en la que estaba involucrada una potencia ocupante y un Territorio No Autónomo (cuya potencia administradora –España– se retiró, dejando inconclusa su descolonización y sin que ello le exima de la responsabilidad que –a día de hoy– la vincula al territorio; considerándose el Sahara, actualmente, la última colonia de África en este status).
Aun así, esta misión suscitó, en su día, un enorme interés y generó una gran esperanza e ilusión en poder revertir una situación trágica que, además de entrañar una guerra, había conllevado al exilio de miles de familias en uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. La ONU se implicó a fondo en la iniciativa y dotó a la misión de un presupuesto millonario y de todos los recursos –humanos y materiales– necesarios para culminar con eficiencia su tarea (antes de la primavera del año siguiente).
Cuando todo parecía ir sobre ruedas y el éxito casi se podía tocar con la mano, de repente –apenas siete meses después de la fundación de la MINURSO– todo se vino abajo y, lo que parecía un triunfo asegurado, se convirtió en un fracaso categórico. La esperanza y la ilusión mutaron en una profunda decepción. La MINURSO había nacido en primavera y el desierto no conoce la primavera, de modo que solo se trató de uno más de los falaces espejismos a los que están habituados los habitantes del desierto de la Hamada. Un espejismo que, no solo los defraudó, sino que, en el futuro, hará aún más difícil, si cabe, la supervivencia en los campamentos de refugiados y en las zonas ocupadas del Sahara Occidental.
¿Cómo se llegó a esta demencial situación bipolar en la que, todo aquello que se daba por hecho, así como el enorme esfuerzo desplegado, de pronto, se desvanece ante nuestros ojos, como si de una efímera pompa de jabón se tratase? Es una larga historia que, a continuación, intentaremos resumir, para que se visualicen con claridad las circunstancias coyunturales y el escenario real que condujo a la constitución de la MINURSO.
En el ocaso del penúltimo decenio del siglo XX, es decir, a finales de los años ochenta, la guerra que enfrentaba al Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) con el Ejército de Hasan II, se hallaba en su punto más álgido. Los soldados marroquíes, en su mayoría jóvenes campesinos reclutados en el Marruecos profundo, tenían que vérselas con dos enemigos temibles y poderosos: por una parte, debían enfrentarse con los feroces combatientes del ELPS que (habiendo quemado todas las naves y no teniendo ya nada que perder) preferían morir por la tierra que les vio nacer antes que dar un solo paso atrás; y por otra, con el desierto inhóspito e indomable. Este hábitat, árido, seco y hostil (cuyos encantos, en cierto modo místicos, solo perciben –y nunca olvidarán– los que han nacido o vivido en él); es, sin embargo, insufrible e inclemente con los intrusos que osan adentrarse en sus páramos o en el laberinto de sus dunas. La guerra, que en un principio se preveía corta, había comenzado a finales de 1975 (al rubricarse –el 14 de noviembre– en el Palacio de La Zarzuela el ignominioso acuerdo tripartito de Madrid, que daba luz verde a los ejércitos marroquí y mauritano para invadir –por el norte y el sur respectivamente – el Sahara Occidental) enfrentando a ambos ejércitos con los combatientes del Frente POLISARIO.
España abandonaría el Sahara –oficialmente– el 26 de febrero de 1976 y, al día siguiente, 27 de febrero –a las doce de la noche– bajo un cielo estrellado y en un ambiente impregnado por el espíritu de lucha y el eco del fragor de los combates que tenían lugar muy cerca de allí, se proclamó, en la localidad de Bir Lehlu, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Al inicio de la guerra, el ELPS, además de enfrentarse a los dos ejércitos invasores con los –más que modestos– medios de que disponía, tenía encomendada otra misión de vital importancia: Socorrer y trasladar a la población civil (que era objeto de salvajes bombardeos en su éxodo) a la zona oriental del territorio y posteriormente a la vecina Argelia. Culminada con éxito la tarea de poner a salvo la población civil, instalándola en campamentos (al sur de Tinduf) perfectamente estructurados, de cuya administración y organización se ocuparían –en adelante– exclusivamente las mujeres, los combatientes del ELPS podían centrarse plenamente en el campo de batalla.
Mauritania, que debutó en la guerra recibiendo (el 8 de junio de 1976) una lluvia de proyectiles que impactaron en el mismo palacio presidencial (en el corazón de la capital Nuakchot) incapaz de soportar los letales y continuos ataques del ELPS a la vía férrea (que serpentea a lo largo de 704 Km por el desierto) para transportar el mineral de hierro (principal fuente de ingresos del país) desde los yacimientos de Zuerat al puerto de Nuadibú; capituló en 1979 y su ejército se retiró del Sahara (formalizándose su reconocimiento estatal a la RASD el 27 de febrero de 1984).
Ahora, Hasan II tenía dos frentes abiertos: el frente norte y el frente sur (que Mauritania abandonó). Dos frentes abiertos en el vasto desierto que, de por sí –como hemos descrito arriba– es un tercer frente. l ELPS, a pesar de su inferioridad numérica, había logrado abarcar, no solo ambos frentes –norte y sur– sino que había extendido la guerra al interior del reino de Marruecos, adentrándose en el Valle del Draa y en las laderas australes del Anti-Atlas, atacando emplazamientos (Assa, Agha y Tata) que distan a menos de 200 Km de Agadir (la ciudad –turística– más importante del Marruecos meridional). El ejército marroquí era atacado en su propia casa. Las localidades del sur marroquí: Zak, Lepuirat, Tantan, Lemseyed, Ajfinnir, Abatih, Echbeika, Mhamid Elgazlan, Asa, Agha y Tata, sucumbían a los ataques del ELPS una y otra vez, y las guarniciones en ellas acantonadas eran reducidas en cuestión de horas. El Ejército de Liberación Saharaui supo adaptar, con acierto, las tácticas y la estrategia de la guerra de guerrillas (hasta entonces solo aplicables en parajes con acentuada espesura forestal –selvas y junglas tropicales– donde los guerrilleros se volvían invisibles) a la topografía austera y expuesta del desierto, creando una nueva concepción de la guerra (específica para este entorno) que revolucionaria los manuales de guerra y convertirían al ELPS en imparable.
A lo largo y ancho del frente, las columnas de las FAR eran objeto de mortíferas emboscadas, viéndose obligadas a abandonar a sus muertos y heridos en medio del desierto, para, a continuación, ser sometidas a una persecución implacable hasta sus mismas bases centrales. La infantería marroquí, impotente ante estos ataques, buscaba constantemente el amparo de su otra baza de superioridad bélica: La aviación militar. Pero el ELPS (con una capacidad de resiliencia inusitada, que solo poseen aquellos que tienen una convicción profunda –que va más allá de la vida y la muerte– de la justicia de la causa por la que luchan) supo adaptarse de inmediato al reto que supone enfrentarse a los cazas de combate supersónicos (equipados, incluso, con armamento y munición prohibidos) aviones de reconocimiento y helicópteros de combate; y muy pronto, este extra de superioridad, se convirtió en un lastre que, además de no lograr el resultado esperado, sería imposible de costear. De hecho, casi coincidiendo con el inicio de la guerra (y antes de que España se retirara del territorio) fue derribado –el 21 de enero de 1976 en Ain Bentili– el primer caza F5 marroquí y su piloto (que saltó en paracaídas) fue hecho prisionero. No sería el único.
El ELPS recibiría la primavera del segundo año de la guerra, anotando en su haber el derribo de18 aviones y helicópteros de combate y 2 aviones de carga. En esta fase de la guerra es especialmente reseñable la épica batalla de Lepoirat. En este enclave, situado en el vértice del ángulo recto formado por Guelmim (118 Km al norte) y Zak (66 Km al este), el ELPS sorprendió la madrugada del viernes 24 de agosto de 1979, a la 3ª División Acorazada (la unidad de élite más cualificada y mejor equipada de todo el ejército de Hasan II) que fue totalmente aniquilada, cuantificándose –en síntesis– las pérdidas en más de 1000 bajas entre muertos y heridos, 100 prisioneros (que posteriormente serían mostrados a la prensa internacional), así como la destrucción de ingente cantidad de material bélico (del que destacan 37 carros de combate T-54) y la aprehensión de otro tanto. Lepoirat fue aplastada el mismo día en que la erupción del Vesubio sepultó (el 24 de agosto del año 79) a la antigua Pompeya hace 2000 años. Es la Pompeya marroquí que obligó al ministro de información, en persona, a reconocer ante los medios internacionales, la magnitud del desastre; y a raíz de la cual fueron encausados (por cobardía y/o negligencia) 77 militares de las FAR. En los años siguientes, el ejército marroquí sería incapaz de inclinar a su favor el balance de los partes de guerra y su despliegue en el territorio, se estaba convirtiendo en una misión imposible. Las bajas en las filas de las FAR iban en aumento día tras día, y los prisioneros en poder del Frente POLISARIO ya se cuentan por miles. El ELPS no le da tregua, y antes de sobreponerse a una derrota –en ocasiones en la misma semana– sufre otro ataque aún más contundente, a veces en un punto alejado 400 o 500 Km donde tuvo lugar el último. Hallándose en esta situación, el ejército de Hasan II se vio obligado a renunciar a la libertad de acción (lo cual significa, de facto, en el lenguaje de la guerra, dar ésta por perdida) y opta por una estrategia meramente defensiva, parapetándose detrás de una serie de muros defensivos que, además de suponer un enorme coste (militar y humano) y asfixiar la resentida economía del Reino; no aliviarán la grave situación de declive en que se hallan las FAR y tampoco impedirán que el Ejército de Liberación siga dominando en el campo de batalla.
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Abderrahman Buhaia es intérprete y educador saharaui.
ARTÍCULO COMPLETO en: Minurso: un falaz espejismo del desierto o un caballo de Troya marroquí