La redactora especializada en migraciones y derechos de las mujeres de RTVE explica que ‘Flores de papel’ es un ejercicio de memoria y de empoderamiento
¿Qué le impulsó a escribir Flores de papel?
Tenía la necesidad de contar el Sáhara y, como periodista, lo estaba ignorando, o más bien evitaba hacerlo porque hay un componente emocional que me remueve. Es un conflicto que me ha marcado muchísimo y no conseguía abordarlo desde una tercera persona, ni en forma de crónica ni de reportaje. Sabía que podía hablar del Sáhara, pero necesitaba hacerlo desde otro punto de vista, con la honestidad de que quienes me leen, escuchan o ven supieran que soy saharaui. Todo lo que he escrito hasta ahora ha sido en primera persona. Y de pronto me encontré con que herramientas como la literatura y la ficción me ayudaban muchísimo a plasmar algo que llevaba mucho tiempo queriendo contar. Quizás también ese fue uno de los motivos que me empujaron a contar historias y a ser periodista: vivir atravesada por ese conflicto y contar historias sepultadas por el olvido, romper un poco ese bloqueo informativo que sufre el Sáhara. Empecé a escribir después de un proceso de terapia. De hecho, el personaje de Aisha está escrito en segunda persona, en un intento de contarme a mí misma lo que viví. Luego me di cuenta de que no podía hablar solo de mi generación; que, para poder entender quién soy, necesitaba saber también de dónde vengo. Y ahí me reencontré con mi madre y con mi abuela.
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