Periodismo o propaganda: cuando la narrativa mediática entierra al pueblo saharaui – Por NO TE OLVIDES DEL SÁHARA OCCIDENTAL

Periodismo o propaganda: cuando la narrativa mediática entierra al pueblo saharaui – Por NO TE OLVIDES DEL SÁHARA OCCIDENTAL

Desde No te olvides del Sáhara Occidental queremos expresar nuestra profunda preocupación y rechazo ante la publicación este domingo 8 de junio de artículos en La Vanguardia, firmados por Enric Juliana y Joaquín Vera, que bajo la apariencia de análisis geopolítico reproducen sin cuestionamiento alguno el discurso oficial marroquí y la narrativa del miedo, criminalizando indirectamente a la causa saharaui.

Una de las mayores tragedias del periodismo contemporáneo no es el error, sino la sumisión. Cuando quienes deberían fiscalizar el poder político y económico se convierten en sus altavoces, se produce una perversión peligrosa de la función informativa. Eso es, precisamente, lo que observamos en dos recientes artículos publicados en La Vanguardia, firmados por Enric Juliana y Joaquín Vera, donde la situación del Sáhara Occidental es utilizada, manipulada y distorsionada hasta encajar en una narrativa prefabricada al servicio de intereses estratégicos.

Juliana, en su columna, construye un relato histórico que, si bien adorna con citas cultas y referencias internacionales, termina justificando la claudicación de España ante Marruecos. Nos habla del contexto internacional, de la presión estadounidense, de una supuesta estrategia diplomática que implicaría ceder en el Sáhara para asegurar otras victorias geopolíticas. Lo hace sin cuestionar en ningún momento el coste humano de esa decisión, sin mencionar las violaciones de derechos humanos en los territorios ocupados, sin nombrar la brutal represión de activistas saharauis, sin recordar que el pueblo saharaui sigue esperando un referéndum de autodeterminación que las Naciones Unidas reconocen pero que Marruecos bloquea sistemáticamente desde hace décadas.

En su texto, la política exterior española aparece como víctima de una fatalidad inevitable, como si el abandono de principios fuera una virtud de madurez geopolítica. A eso lo llama «pragmatismo». Pero lo cierto es que ese pragmatismo es una forma elegante de justificar la traición a un pueblo que España, como potencia administradora, tiene el deber legal —y moral— de proteger.

No es menor que Juliana describa la “regionalización” marroquí como si fuera una opción legítima avalada por Naciones Unidas, cuando en realidad, la ONU jamás ha reconocido la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Tampoco ha aprobado ninguna «regionalización» como solución. Presentar esa fórmula como una opción de consenso es una falsedad. Es, en el mejor de los casos, una aceptación de facto de una ocupación militar. En el peor, es complicidad.

Pero si el texto de Juliana es intelectualmente deshonesto, el de Joaquín Vera incurre en una irresponsabilidad aún mayor: criminalizar a los refugiados saharauis en base a fuentes anónimas de inteligencia y vincularlos a la amenaza yihadista en el Sahel. La insinuación es grave: que jóvenes saharauis que pasaron su infancia en el programa Vacaciones en Paz —una iniciativa solidaria que permitió a miles de niños escapar momentáneamente del exilio y la pobreza extrema— hayan acabado en la cúpula del Estado Islámico. ¿Qué pruebas se presentan? Ninguna. ¿Qué contexto se ofrece? Ninguno. ¿Qué intención subyace? La de crear una asociación mental entre el refugiado saharaui y el terrorista islámico.

Ese tipo de narrativa no es nueva. Responde a una estrategia bien conocida: deshumanizar al otro para justificar el abandono de sus derechos. Convertir al refugiado en sospechoso. Al pueblo oprimido, en amenaza. Y por supuesto, no falta la guinda del relato: Marruecos como baluarte de estabilidad en el norte de África, mientras Argelia y el Frente Polisario quedan asociados a la desestabilización, el oscurantismo o, directamente, el terrorismo. ¿No es esa precisamente la narrativa que Rabat promueve desde hace años para conseguir legitimidad internacional?

Lo que más indigna es el uso de fuentes opacas, presuntas filtraciones de inteligencia y datos imposibles de verificar para construir un discurso de miedo. Las cifras que se manejan sobre presuntos yihadistas saharauis son mínimas, anecdóticas, y ni siquiera contrastadas. Pero eso no impide que sirvan para sembrar sospechas sobre toda una comunidad, para desviar la atención del drama humanitario de Tinduf o para alimentar políticas migratorias cada vez más represivas.

Los artículos que aquí criticamos tienen un efecto concreto y peligroso: consolidan en la opinión pública la idea de que el Sáhara Occidental ya no importa, que su conflicto es secundario, y que quienes aún luchan por su independencia podrían terminar radicalizados si no aceptan su destino. Es el viejo argumento colonial envuelto en ropaje moderno: «rendíos o seréis terroristas».

Frente a esto, queremos recordar verdades básicas que los medios parecen haber olvidado:

  • Que el Sáhara Occidental sigue siendo, según Naciones Unidas, un territorio no autónomo pendiente de descolonización.
  • Que Marruecos es una potencia ocupante, no una administración legítima.
  • Que el derecho del pueblo saharaui a decidir su futuro no ha prescrito ni ha sido sustituido por ninguna «autonomía regional».
  • Que los campamentos de Tinduf no son semilleros de fanáticos, sino espacios de dignidad y resistencia.
  • Y que, aunque algunos jóvenes saharauis puedan perder la esperanza, eso no es culpa de su pueblo, sino del abandono internacional que los condena al exilio perpetuo.

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad ética. Su función no es blanquear decisiones gubernamentales ni legitimar ocupaciones ilegales. Su deber es informar con rigor, dar voz a los silenciados, cuestionar las narrativas del poder, y evitar convertirse en engranajes de propaganda. Cuando no lo hacen, como ocurre en estos casos, no solo están faltando a su vocación profesional, también están contribuyendo a la perpetuación de una injusticia histórica.

Hoy más que nunca, cuando todo parece moverse en dirección contraria, repetimos con firmeza:
NO TE OLVIDES DEL SÁHARA OCCIDENTAL.