Era una travesía simbólica y pacífica. Una marcha por la libertad que había comenzado en Ivry-sur-Seine, a las afueras de París, y que concluyó en Algeciras tras dos meses de movilización, talleres, cartas a presos y encuentros con asociaciones locales. Pero en su último tramo, cuando Claude Mangin, esposa del preso saharaui Naama Asfari, trataba de alcanzar Tánger para verle en prisión, la marcha se topó con un muro: la vigilancia marroquí, desplegada en pleno territorio español.

«Desde que llegamos al puerto de Tarifa empezó la vigilancia», recuerda en conversación con El Independiente una de las participantes. Agentes marroquíes vestidos de civil fotografiaron y grabaron a los integrantes del grupo en la cafetería del puerto. En el embarque, al menos cuatro individuos filmaron a los activistas, en especial a Mangin. Un seguimiento sistemático, con gestos coordinados, en una zona bajo soberanía española. «Nos decían dónde podíamos estar y dónde no», relata otro testigo.

«Nos grababan uno por uno», explican. «En el barco seguían filmándonos. Se notaba que no eran pasajeros corrientes. Algunos se habían sentado en la fila solo para tenernos a tiro de cámara». Mangin recuerda incluso haber visto a uno de los supuestos pasajeros recibiendo instrucciones discretamente de otro hombre con una placa al cuello: «Era una operación coordinada».

Una operación en aguas españolas

Al embarcar en el ferry hacia Tánger, la situación escaló. Varios «pseudo pasajeros» siguieron grabando al grupo desde dentro. La delegación identificó al menos veinte personas con comportamientos típicos de vigilancia encubierta. Algunos de ellos fueron posteriormente reconocidos como agentes marroquíes por los propios policías uniformados que actuaban en el barco.

El ferry, de bandera española, dispone de una comisaría marroquí a bordo para los trámites migratorios. Pero lo insólito fue la proliferación de policías marroquíes de paisano, que actuaron sin identificarse y sin ningún tipo de control por parte de las autoridades españolas.

Estábamos atrapados, sin policía española, en un barco español

A bordo, la presión pasó a la intimidación directa. Una activista fue agredida cuando filmaba en el ferry: un individuo le arrancó el móvil violentamente, causándole dolor en la mano. Al intentar recuperarlo, el hombre se mostró agresivo. Solo tras acudir a un policía marroquí identificado, y a cambio de borrar el vídeo grabado y vaciar la papelera de imágenes, se le devolvió el teléfono. La presión fue tal que no hubo margen para ejercer derechos básicos. «Estábamos atrapados, sin policía española, en un barco español», denuncia la víctima.

No fue un hecho aislado. Mangin asegura que varios miembros del grupo sufrieron intimidaciones similares. «Nos hicieron callar a la fuerza. Es una forma de represión que pretende silenciar a quien denuncia la ocupación del Sáhara Occidental». La activista francesa señala que el objetivo de Marruecos es sembrar el miedo: «Si atacan a europeos con esta impunidad, imaginen cómo tratan a los saharauis».

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