La cuestión del Sáhara Occidental: Marruecos, el principal obstáculo para alcanzar una solución duradera

La cuestión del Sáhara Occidental: Marruecos, el principal obstáculo para alcanzar una solución duradera

La cuestión del Sáhara Occidental: Marruecos, el principal obstáculo para alcanzar una solución duradera

El Sáhara Occidental sigue siendo siendo el único territorio no autónomo del continente africano

La comunidad saharaui no tiene ningún vínculo con las organizaciones yihadistas que operan en la región del Sahel

La perpetuación del conflicto en el Sáhara Occidental ha contribuido a la inestabilidad en la región y ha abierto la puerta para la intervención de actores externos que pueden explotar el vacío de poder que genera este conflicto

La negativa de Marruecos a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui ha sido, y sigue siendo, una de las mayores barreras para la paz en la región

El Sáhara Occidental sigue siendo uno de los conflictos más complejos y prolongados del continente africano, siendo el único territorio no autónomo del continente pendiente de descolonización.

Desde 1975, la región ha estado sumida en una lucha constante por la autodeterminación e independencia del pueblo saharaui. A pesar de los esfuerzos internacionales para encontrar una solución pacífica, Marruecos ha sido el principal obstáculo para finalizar el conflicto. Esta actitud marroquí no solo ha puesto en peligro la paz de la región, sino que también ha desperdiciado una oportunidad histórica para el bienestar tanto de Marruecos como de toda África del Norte.

A finales de 2020, el frágil alto el fuego que había mantenido una relativa calma en la región durante casi tres décadas se rompió, reavivando las hostilidades. Aunque la guerra se sigue catalogando como de baja intensidad, las confrontaciones entre las fuerzas del Frente Polisario y las fuerzas marroquíes no han cesado. El Ejército de Liberación Saharaui hostiga a diario a las fuerzas de ocupación marroquí, parapetadas en el Muro de la Vergüenza:

En este contexto, Marruecos ha recurrido al uso de drones para atacar a viajeros, en su mayoría mauritanos, en las zonas del Sáhara Occidental que están bajo control saharaui, también conocidas como «territorios liberados». Este uso de tecnología militar para intimidar a la población y a los viajeros internacionales es solo un ejemplo de cómo Marruecos ha intensificado la violencia en la región, sin mostrar signos de interés por una solución pacífica.

Mientras tanto, las comunidades saharauis, que han sufrido décadas de desplazamiento y marginalización, siguen esperando una solución que les permita vivir en paz y dignidad en su propio territorio. Aunque el alto al fuego declarado en 1991 nunca fue completamente respetado, la situación se ha mantenido en una especie de limbo diplomático, sin que el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui haya sido reconocido de manera efectiva.

En este escenario, Marruecos también ha buscado reforzar su posición en el conflicto a través de una vía diplomática más activa y, a menudo, estratégica. El reino alauí ha invertido recursos en una serie de acuerdos bilaterales con países influyentes, ofreciendo a cambio acceso a los ricos recursos naturales del Sáhara Occidental, incluyendo fosfatos y otros minerales clave. Estos acuerdos, con potencias económicas como Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países árabes, han servido para consolidar el control marroquí sobre el territorio y, en algunos casos, han condicionado el reconocimiento de la «autonomía» del Sáhara Occidental bajo soberanía marroquí.

Este enfoque diplomático tiene como objetivo que países poderosos reconozcan la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, una medida que ha sido rechazada por la comunidad internacional en su mayoría. Al mismo tiempo, Marruecos ha logrado que algunos países cambien su postura, alentados por la promesa de un acceso privilegiado a los recursos naturales de la región. El reconocimiento internacional de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental es, para Marruecos, una de las piezas clave de su estrategia para poner fin a la lucha por la autodeterminación y presentar la causa saharaui como obsoleta.

Un aspecto fundamental que ha caracterizado este conflicto es la constante demonización del pueblo saharaui, particularmente en relación con el terrorismo. Desde hace años, Marruecos ha intentado vincular a los saharauis con grupos terroristas, tanto en África como en Europa. Sin embargo, no existe ninguna prueba sólida que respalde estas acusaciones. La comunidad saharaui no tiene ningún vínculo con las organizaciones yihadistas que operan en la región del Sahel. En lugar de ser un grupo radicalizado, el pueblo saharaui ha luchado históricamente por sus derechos a través de medios pacíficos y diplomáticos, lo que hace que la asociación con el terrorismo sea completamente infundada y absurda.

La narrativa que busca vincular a los saharauis con el terrorismo tiene un objetivo claro: criminalizar su causa. Esta estrategia se ha utilizado de forma sistemática para debilitar el apoyo internacional a la lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui. A través de una campaña de desinformación, Marruecos ha tratado de presentar a los saharauis como un enemigo peligroso, con el fin de deslegitimar su lucha y desviar la atención de las verdaderas causas del conflicto. Esta manipulación no solo es injusta para el pueblo saharaui, sino que también impide que la comunidad internacional tome medidas firmes para resolver un conflicto que, de no ser resuelto, seguirá amenazando la estabilidad de toda la región.

Es difícil encontrar pruebas que demuestren que el pueblo saharaui tenga alguna relación con el terrorismo, pero es aún más claro que hay una campaña organizada para criminalizar su causa. Esta campaña se coordina principalmente desde Marruecos, que utiliza su influencia política y mediática para cambiar la percepción internacional sobre el conflicto. Esta estrategia ha tenido éxito en muchos países, donde la causa saharaui se ve con escepticismo o indiferencia, debido a las presiones externas y a la manipulación de información.

Sin embargo, el hecho de que no haya pruebas de implicación del pueblo saharaui con el terrorismo no significa que Marruecos esté exento de responsabilidad en la perpetuación del conflicto. De hecho, la postura de Marruecos no solo ha causado sufrimiento al pueblo saharaui, sino que también ha tenido repercusiones más amplias para toda la región del Magreb. La perpetuación del conflicto en el Sáhara Occidental ha contribuido a la inestabilidad en la región y ha abierto la puerta para la intervención de actores externos que pueden explotar el vacío de poder que genera este conflicto.

Si Marruecos reconsiderara su postura y se abriera a una solución justa basada en la autodeterminación del pueblo saharaui, no solo contribuiría a la paz regional, sino que también podría fortalecer su propio desarrollo económico y político. El reconocimiento de los derechos del pueblo saharaui podría mejorar la relación de Marruecos con sus vecinos, con la comunidad internacional y, lo que es más importante, podría contribuir a una paz duradera en una de las regiones más conflictivas del mundo.

En conclusión, el conflicto del Sáhara Occidental no es solo una cuestión de derechos humanos, sino un tema geopolítico de gran trascendencia para toda África del Norte. La negativa de Marruecos a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui ha sido, y sigue siendo, una de las mayores barreras para la paz en la región. A través de la desinformación y la manipulación, se ha intentado criminalizar a un pueblo que solo lucha por su derecho a vivir libremente en su tierra. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de no permitir que esta narrativa continúe prevaleciendo. Es hora de presionar por una solución justa que permita al pueblo saharaui vivir en paz y permita que toda la región del Magreb avance hacia un futuro más estable y próspero.

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