No es casualidad que en cada manifestación por Palestina ondeen también banderas saharauis. Lejos de ser una coincidencia decorativa, este gesto simboliza una verdad profunda: la lucha del pueblo palestino y la del pueblo saharaui están unidas por las mismas raíces de injusticia y resistencia. Ambos sufren las consecuencias de ocupaciones prolongadas, negación de derechos nacionales, limpieza demográfica y represión sistemática. En ambos casos, la comunidad internacional ha tolerado durante décadas una ocupación militar que viola abiertamente el derecho internacional, mientras las potencias occidentales, lejos de actuar, sellan acuerdos con los ocupantes.
Los paralelismos son inquietantes. Como Israel en Palestina, Marruecos ha construido un muro de más de 2.700 kilómetros en el Sáhara Occidental —el muro militar más largo del mundo después de la Muralla China—, rodeado de millones de minas antipersona que siguen segando vidas. Al otro lado de este muro, en el territorio liberado, resiste la población saharaui, acosada ahora por drones armados de fabricación israelí suministrados a Marruecos. En Cisjordania y Gaza, la represión adopta otras formas, pero la lógica es la misma: fragmentar al pueblo ocupado, convertir su territorio en un campo de vigilancia total y sofocar toda posibilidad de autodeterminación.
Esta alianza no es teórica: Marruecos e Israel han sellado en los últimos años una cooperación militar, tecnológica y diplomática sin precedentes. Rabat ha recibido drones de combate, software de espionaje como Pegasus y asesoramiento de inteligencia israelí. A cambio, Marruecos ha normalizado relaciones con Israel en el marco de los Acuerdos de Abraham, traicionando así no solo la causa palestina sino también su propia narrativa oficial de solidaridad con los pueblos árabes. Las técnicas de control y represión probadas contra la población palestina son ahora aplicadas en el Sáhara Occidental ocupado.
La complicidad de Occidente es un hilo común en ambas tragedias. Las potencias europeas y Estados Unidos, que se llenan la boca de discursos sobre derechos humanos y democracia, arman y financian a ambos regímenes ocupantes. Francia, España y Estados Unidos apoyan militar, económica o políticamente a Marruecos, mientras justifican la impunidad de Israel. El resultado es un doble estándar que condena a dos pueblos enteros a la espera infinita de justicia, mientras sus recursos naturales son saqueados y sus derechos nacionales negados.
Pero la resistencia también es global. Desde América Latina hasta Sudáfrica, desde las calles de Bruselas hasta las de Argel o Madrid, miles de voces hermanan estas dos luchas. En las pancartas, en los cánticos, en los foros de solidaridad, Palestina y Sáhara Occidental aparecen juntos, porque encarnan la misma exigencia: el fin de la ocupación, el respeto al derecho a la autodeterminación, la reparación histórica. Defender una de estas causas y olvidar la otra es aceptar la lógica de las potencias que buscan dividir las resistencias.
Por eso, desde NO TE OLVIDES DEL SÁHARA OCCIDENTAL insistimos: no puede haber libertad para Palestina sin libertad para el Sáhara Occidental. No puede haber justicia parcial en un sistema de opresión global. Marruecos e Israel actúan juntos; los pueblos solidarios deben actuar también juntos. Frente a los muros del apartheid, las minas y los drones, solo una solidaridad firme, informada y global puede abrir camino a la libertad.
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