El pueblo saharaui lleva casi medio siglo resistiendo la ocupación marroquí, y en este largo camino ha contado con aliados firmes que sostienen su causa en el plano diplomático y militar. Argelia, como país vecino y solidario, es el principal sostén de la retaguardia política y militar del Frente Polisario, ofreciendo refugio a los campamentos de Tinduf y apoyo constante en los foros internacionales. Este respaldo ha sido fundamental para que la causa saharaui no caiga en el olvido absoluto.
Más allá de Argelia, algunos países del Sur Global como Sudáfrica, Cuba o Venezuela han mantenido una postura firme y coherente en favor del derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Estos gobiernos han denunciado abiertamente la ocupación marroquí y han reconocido a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como legítima representante de este pueblo. Su apoyo ha servido para mantener viva la reivindicación saharaui en espacios como la Unión Africana y otras instancias multilaterales del Sur.
Sin embargo, esta alianza de países amigos resulta, por sí sola, insuficiente para romper el cerco diplomático que pesa sobre el Sáhara Occidental. Las principales potencias globales —Estados Unidos, Francia, España e incluso Israel— respaldan, de manera directa o indirecta, la ocupación marroquí. Estos apoyos permiten a Rabat prolongar su control ilegal sobre el territorio saharaui, obstaculizando cualquier intento serio de solución justa y duradera.
En este tablero internacional, la ONU ha quedado reducida a un cascarón vacío. Sus resoluciones sobre el Sáhara Occidental, que desde hace décadas reclaman un referéndum de autodeterminación, jamás se han cumplido. La Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) es incapaz de ejercer presión real sobre Marruecos y ni siquiera tiene competencias para supervisar la violación de derechos humanos en el territorio ocupado.
Por su parte, la Unión Africana, a pesar de reconocer plenamente a la RASD como Estado miembro, se muestra débil ante la influencia y las presiones de Francia y otros aliados de Rabat. Las resoluciones africanas a favor de la autodeterminación saharaui carecen de fuerza ejecutiva y son fácilmente ignoradas por Marruecos, que utiliza su creciente influencia económica y diplomática en el continente para desactivar cualquier iniciativa en su contra.
Por todo ello, la causa saharaui necesita algo más que aliados estatales. Necesita el despertar de los pueblos del mundo, de las sociedades civiles, de los movimientos de solidaridad y de derechos humanos que han demostrado, en otros contextos, su capacidad de cambiar el rumbo de la historia. Sin esta presión global de abajo hacia arriba, el equilibrio de fuerzas en favor de Marruecos y sus aliados seguirá bloqueando cualquier solución justa.
Conseguir el apoyo militante de los pueblos —en Europa, América Latina, África y otros rincones del mundo— es hoy más necesario que nunca para romper el silencio cómplice que rodea el conflicto del Sáhara Occidental. La lucha del pueblo saharaui no debe quedar encerrada en despachos diplomáticos ni en declaraciones estériles: debe convertirse en una causa global de resistencia, justicia y libertad. Solo así podrá abrirse el camino hacia una paz verdadera y duradera.
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