Y el siroco del Sáhara Occidental sopló por el Palacio de las Naciones de Ginebra, sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. No parece una protesta, ni un gesto de denuncia política. “Jaimitna” es una pieza de arte efímero: una jaima —tienda tradicional saharaui— levantada a metros de la sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Dentro, una cascada de colores cuelga de sus paredes. Son melhfas —vestidos tradicionales saharauis—, traídas desde el exilio y la represión. Ninguna fue elegida al azar.

Cada una pertenece a una mujer saharaui que ha sido perseguida, encarcelada, golpeada o violada por su activismo político bajo la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. No pudieron asistir a Ginebra. Sus cuerpos están retenidos por las fronteras impuestas. Pero sus vestidos, tejidos con memoria y resistencia, llegaron antes que ellas.

“Es una forma de traer su voz, su lucha y su dignidad”, explica Asria Mohamed, periodista y activista saharaui, exiliada desde niña en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia) a Democracy Now. “Estas mujeres no pueden salir del territorio ocupado, pero sus melhfas pueden hablar por ellas. Y lo están haciendo, aquí, frente a los que deberían escucharlas”.

La jaima como testimonio

Mohamed diseñó “Jaimitna”, que significa “nuestra jaima”, como un espacio de denuncia y memoria.

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