Marruecos se pone nervioso. Lo demuestran sus últimos movimientos militares, diplomáticos y mediáticos. Azotado por una economía en deuda, una guerra que intenta silenciar, pero en la que mueren diariamente oficiales y soldados marroquíes, y un desgaste creciente en sus alianzas exteriores, el régimen de Rabat opta por la vía de la intimidación para disimular su fracaso en el Sáhara Occidental.
El fracasado régimen marroquí ha reforzado recientemente el muro militar que divide el territorio ocupado mediante la adquisición de drones israelíes de alta tecnología. Entre ellos, destacan los modelos Heron (Hermes 450/900), utilizados para vigilancia y operaciones sobre el Sáhara Occidental. Además, ha incorporado modelos más recientes fabricados por la empresa israelí BlueBird Aero Systems, como los WanderB, ThunderB y SpyX, algunos de los cuales ya han sido desplegados o probados cerca del muro y en el propio territorio saharaui como parte de misiones de reconocimiento e inteligencia.
Estos movimientos tecnológicos, sin embargo, no ocultan el desgaste político y militar que Rabat sufre en su guerra no declarada contra el ejército saharaui a lo largo y ancho del muro de la vergüenza La maquinaria propagandística del majzén ha fracasado en su intento de convencer a la comunidad internacional de que el Frente Polisario es una organización terrorista. Esa maniobra, sin fundamento jurídico ni político, ha sido rechazada incluso por países que tradicionalmente sin aliados estratégicos del régimen marroquí.
Los Emiratos Árabes Unidos, EEUU e incluso Israel, con quien Marruecos firmó recientes acuerdos de seguridad y cooperación, han empezado a mostrar signos de distanciamiento. El apoyo que parecía incondicional se debilita, y las promesas de inversión o respaldo político se enfrían ante la falta de resultados tangibles sobre el terreno.
En este contexto, Rabat recurre cada vez más a la intimidación extraterritorial: persigue y amenaza a activistas saharauis estén donde estén, en Europa, en los campamentos, en la diáspora, utilizando no solo servicios de inteligencia, sino campañas de desprestigio en redes sociales, presiones a medios de comunicación y una estrategia sistemática de vigilancia digital.
Lo que Marruecos no logra en el terreno militar ni en las cancillerías del mundo, pretende compensarlo con miedo. Pero el miedo no detiene la verdad. Ni el avance de la causa saharaui.
B. Lehdad.