Carta a Albares. Viaje al infierno | Por Cristina Martínez Benítez de Lugo, participante en el Movimiento por los Presos Políticos Saharauis

Carta a Albares. Viaje al infierno | Por Cristina Martínez Benítez de Lugo, participante en el Movimiento por los Presos Políticos Saharauis

Estamos volcados con los palestinos, pero hay que seguir reivindicando otras causas que no se pueden abandonar. Hablo, por ejemplo, de la causa saharaui, muy cercana a nosotros, de otra ocupación que no se sostiene ni jurídica ni moralmente y en la que España tiene una responsabilidad directa.

Todos los años suspendemos en Agosto nuestras concentraciones de los lunes ante el Ministerio de Exteriores. Esta última carta a Albares de la temporada cuenta la historia de un encuentro entre un preso y su hermana. Cuenta las intolerables condiciones en las que permanece el preso y las abrumadoras emociones del encuentro. A ver si Albares reacciona y se plantea defender a estos presos inocentes, fruto de la cobardía de España.



Excmo. Sr. ministro de Asuntos Exteriores,

Unión Europea y Cooperación

Plaza de la Provincia

28012 – Madrid

Madrid, 24 de julio de 2025

Asunto: Visita al infierno

Excmo. Sr. ministro,

Un sufrimiento añadido que infligen en las cárceles marroquíes a los presos políticos saharauis radica en su encarcelamiento en territorio marroquí, no saharaui, aspecto que está contemplado en la IV Convención de Ginebra para prohibir el traslado al país ocupante de los reos del país ocupado. Claro que también está prohibida la tortura, el trato inhumano, la falta de asistencia médica, el aislamiento, los juicios farsa, y no por eso Marruecos deja de aplicarlos; pero quizá lo del alejamiento sea una forma de castigo ilegal que pasa más desapercibida en la conciencia colectiva -porque no se señala suficientemente esta circunstancia o porque también lo hemos hecho aquí-. El caso es que esta medida causa mucho dolor: en el reo, que no recibe el calor de la familia; en la familia, que sufre doblemente la ausencia. Hace falta mucho dinero y mucho tiempo para llegar a las cárceles marroquíes desde los territorios ocupados del Sahara Occidental. Por eso las visitas son muy escasas. Por eso los encuentros, cuando se dan, son desgarradores.

La hermana de Mohamed Lamine Haddi preparó su viaje con primor. Iba con su marido. Le llevaban regalos y le presentarían a su sobrino, un bebé de un año. El viaje El Aaiún-Rabat es agotador: 20 horas en autobús. Después, hay que hacer noche y viajar hora y cuarto hasta la cárcel de Tifelt 2.

Desde la detención de Haddi en 2010, la hermana sólo le había visto dos veces. Una en 2017 y otra en 2019. En 2021 se presentó en la cárcel con otro hermano y su madre porque Haddi estaba incomunicado desde el día 44 de la primera huelga de hambre interminable que protagonizó. Los tres sufrieron detención y amenazas, y a los pocos días tuvieron que emprender camino de vuelta a casa sin haberle visto, sin noticias, ni siquiera telefónicas, angustiados por la suerte de su hermano. Tras esa primera huelga siguió otra incomunicación, la más larga, de 97 días.

Por fin, esta vez, se verían. Los carceleros les amenazaron con no dejarles entrar, les acusaron de estar causando problemas, les llevaron ante el director, les ofendieron, les provocaron, espetándoles que su hermano se pudriría en la cárcel. Les sometieron a un registro humillante, tan minucioso que duró cuarenta y cinco minutos. Primero ella, luego él, y después el bebé, al que separaron de su madre.

En 17 minutos de visita explotaron tantas emociones… Imagínese, Sr. ministro, el estallido de alegría y de tristeza frente a tanto dolor acumulado. Una persona deteriorada al máximo por la enfermedad y la tortura, en aislamiento desde septiembre de 2017 en una celda subterránea, se encuentra con su hermana, después de varios años.

El preso alcanzó a esbozar algunos pormenores de su cautiverio. Pero sobre todo, le tomaba la mano a su hermana y la miraba con nostalgia. Ambos contenían las lágrimas para no hacer sufrir al otro en una escena de dolor extremo. Le temblaban las manos y los labios, resultado de dos huelgas de hambre en un mismo año, 2021, que duraron 69 y 63 días.

Él estaba contento y emocionado. Quería que le vieran fuerte. Quería dar ánimos, una actitud muy propia de los presos saharauis, que intentan evitar sufrimiento a sus familias.

Describió su celda, subterránea, con un conducto de ventilación en el techo. Duerme en un lado, y en el otro está el wáter, que apesta. Apesta toda la celda. Casi no puede respirar por el hedor. Ya no es inmune a gérmenes y enfermedades. Por eso desarrolló asma, hipersensibilidad, enfermedades renales, entre otras.

Pero hoy no toca repetir las enfermedades de Haddi, que Marruecos no atiende. Ya las conoce.

No hay agua corriente. No hay lavabo. No puede acumular agua. Para lavarse alguna ropa, tiene que recurrir a botellas compradas en la tienda y lavar al aire. Le echan un balde de agua fría sobre su cuerpo una vez a la semana.

Sale al patio 15 minutos diarios.

La desnutrición no ayuda. Le sirven la comida picante o salada y no la puede comer. Tiene que comprar en la tienda de la cárcel, donde tienen poca cosa y el precio es caro. Pero no puede ir a la tienda por sí mismo porque está en aislamiento. Se lo tiene que encargar al guardia. Está esquelético. Se ha quedado calvo y casi ciego.

La hermana le sonríe frente a los verdugos y le dice lo orgullosa que está de él, cuando en realidad está sofocando un grito que le viene de muy adentro, y lucha contra las lágrimas. Ahora, de nuevo en casa, puede llorar hasta el agotamiento, recordando sus pasos, atado de pies y manos.

Tres días de 17 minutos, y se rompió el espejismo. Se abrazaron. Él inhaló su perfume profundamente, en su afán por retener algo de ella.

Es esta una historia entre muchas, en un momento sin definir. De unos presos se sabe más, de otros, menos. El preso no cuenta a la familia, o la familia no cuenta. Pero todos están en condiciones similares, cada uno con una cruz diferente. Hablar de uno es hablar de todos. Llevan casi quince años en prisión en condiciones infrahumanas, abocados lentamente a una muerte provocada.

Para Haddi nada ha cambiado desde este viaje. Siguen sin curarle la sepsis que contrajo a raíz de la infección del oído, siguen sin curarle nada, y le mantienen en aislamiento desde hace ocho años.

¿Para qué contarlo? Para que se percate Vd. del ensañamiento marroquí contra un ser inocente, indefenso, enfermo. Para que tenga un ejemplo más de la manera en que sufren estos presos. Para que se dé cuenta de que son seres humanos.

Sr. ministro, quédese con esta imagen, recuérdela y dígase que no hace Vd. nada por ellos, que se salta sus obligaciones políticas y morales, decepcionándonos a todos. Ojalá las vacaciones le den bríos para reaccionar, cumplir con su deber e intentar salvar del infierno a estas víctimas de la ocupación marroquí.

Cristina Martínez Benítez de Lugo

Participante en el Movimiento por los Presos Políticos Saharauis

Origen: Carta a Albares. Viaje al infierno