¿Qué sabe Mehdi Hijaouy que el poder marroquí quiere silenciar? – Ramón Cuerda Riva en Escudo Digital

¿Qué sabe Mehdi Hijaouy que el poder marroquí quiere silenciar? – Ramón Cuerda Riva en Escudo Digital

Bajo su aparente estabilidad, Marruecos encubre una red de corrupción, narcotráfico y colaboración con grupos terroristas en la que están implicadas sus élites.


Marruecos, visto desde fuera y por observadores extranjeros, puede parecer un país estable y tranquilo, con una industrialización en expansión y un peso político exterior cada vez más destacado. En apariencia, esa estabilidad es similar a la que en su día parecían tener Libia o Siria, con un poder muy centralizado. Sin embargo, la imagen que proyecta Marruecos contrasta con una realidad interna muy diferente, marcada por graves desequilibrios territoriales, corrupción institucional, prácticas clientelares y la implicación de sus élites en actividades ilícitas como el narcotráfico y la colaboración con grupos terroristas. (del artículo de Ramón Cuerda Riva en Escudo Digital )


NOTA RESUMEN DEL ARTÍCULO

Aunque Marruecos proyecta una imagen internacional de estabilidad y progreso económico, su realidad interna está marcada por una profunda desigualdad territorial, corrupción estructural y una creciente desafección en regiones insumisas como el Rif, el Atlas o el Sáhara Occidental anexionado. El propio Mohamed VI ha reconocido una “Marruecos a dos velocidades”, con zonas rurales completamente abandonadas frente a las regiones costeras favorecidas por el poder central. Esta fractura reproduce la antigua dualidad entre el Bled el-Makhzen (territorios sometidos al control del Estado) y el Bled es-Siba (zonas insumisas), donde persisten prácticas clientelares, ausencia de servicios básicos y percepción del Estado como una estructura ajena y corrupta.

La corrupción en Marruecos no es un fenómeno marginal sino una herramienta de gobierno, con redes de sobornos, contratos amañados y enriquecimientos ilícitos que salpican desde jueces hasta ministros. Las Fuerzas Armadas Reales y los servicios de inteligencia (DGST y DGED), completamente blindados frente al control público, estarían implicados en actividades ilícitas, incluidas el contrabando, la evasión fiscal y la colaboración con redes de narcotráfico. Marruecos, principal productor mundial de hachís, ha visto cómo el Sahel se convierte en una arteria clave para el tránsito de drogas y armas hacia Europa, con la connivencia de altos cargos civiles y militares, según informes de la ONU, Wikileaks y agencias antidroga.

Esta estructura paralela de poder y crimen organizado genera tensiones internas en los aparatos de inteligencia y pone en cuestión la fiabilidad de Marruecos como socio estratégico. Casos como el del exagente Mehdi Hijaouy, conocedor de los entresijos de la DGED, reflejan luchas por el control de la información y el temor a que se desvele la implicación directa de figuras del régimen en delitos internacionales. Bajo una fachada de cooperación con Occidente en materia de seguridad, Marruecos sostiene –o tolera– circuitos ilegales que alimentan tanto su economía como el auge de grupos yihadistas en la región. Esto plantea una inquietante pregunta a sus aliados: ¿con quién están realmente negociando?


 

Mohamed IV reconoce una «Marruecos a dos velocidades»

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La Marruecos disidente del Bled es-Siba

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Corrupción estructural, aceptada internacionalmente

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Red de favores, contratos amañados y enriquecimientos ilícitos

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Las Fuerzas Armadas Reales, blindadas frente a cualquier control

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Connivencia entre el narcotráfico y altos cargos

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Marruecos es el mayor productor mundial de resina de cannabis (hachís), una actividad que estaría controlada por dos Ministerios. Por un lado, el de Interior, que desempeña un papel clave en las rutas que atraviesan el Sahel; y por otro, el de Defensa, encargado de supervisar los trayectos que cruzan el norte de África.

La vía sahariana se utiliza no solo para el tráfico de hachís, sino también para el de cocaína, procedente en su mayoría de Latinoamérica. Esta droga transita por países del Sahel rumbo a Europa o incluso Oriente Medio. Esta situación genera un conflicto de intereses entre los dos departamentos.  

La inteligencia militar marroquí (DRM) y ciertos sectores de las élites políticas están involucrados en redes de narcotráfico en el Sáhara Occidental. Una fuente interna señala que parlamentarios saharauis, policías y empresarios mantenían vínculos con esas redes y utilizaban los ingresos del crimen para sobornar a instituciones tanto marroquíes como extranjeras.

También se han reportado conexiones personales entre figuras del régimen y líderes del narcotráfico como Haj Ahmed ben Brahim, conocido como «el Escobar del Sáhara», y Abdenabi Bioui, apodado «el Maltés».

La inteligencia marroquí financia actividades ilícitas a través de la explotación de fosfatos o de empresas pesqueras en Dajla, utilizadas como fachada para el blanqueo de capitales procedentes del tráfico de cocaína y hachís. Por su parte, grupos terroristas como JNIM, AQMI e ISIS‑Sahel financian sus operaciones mediante extorsiones, cobro de «impuestos» y coacción sobre las redes de droga que atraviesan sus zonas de control.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la corrupción en el Sahel –entre políticos, líderes comunitarios y funcionarios gubernamentales– facilita el tráfico de drogas en la región. Lo más preocupante es que, en maniobras como African Lion 2024, desarrolladas en zonas estratégicas como Agadir, Tan Tan, Mahbes, Tata, Kenitra, Ben Guerir o Tifnit, los países participantes –especialmente Estados Unidos– comparten conocimientos, estrategias e incluso mesas de negociación con posibles «socios» de los mismos cárteles que combaten en México y Colombia.

Se ha detectado una correlación entre la reciente iniciativa marítima de Marruecos para abrir rutas comerciales desde el puerto de Dajla hacia el Sahel y otros flujos ilícitos. Aunque esta iniciativa fue presentada como un proyecto legítimo de desarrollo económico, podría estar facilitando el tránsito encubierto de drogas y armas.

La carretera que une Marruecos con Mauritania, de 3.260 kilómetros, es una infraestructura crítica no solo para la movilidad legal, también para el tráfico ilegal en la región, convirtiéndose en una arteria clave del contrabando.

Un narcotraficante detenido en Argelia admitió que tanto el Makhzen como la Dirección General de Seguridad Nacional (DGST) de Marruecos –dirigida por Abdellatif Hammouchi– están implicados en el contrabando de drogas desde regiones como Ketama hacia Argelia.

Colaboración de los servicios de inteligencia con flujos ilícitos y terroristas

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Mehdi Hijaouy, una amenaza para el aparato de poder marroquí

¿Qué sabe Mehdi Hijaouy sobre todo esto? ¿Por qué su figura inquieta tanto al poder marroquí?

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Porque existe una realidad reconocida, al menos en parte, por el propio Mohamed VI. Un Marruecos leal al poder real y central –Fez, Marrakech, Rabat y regiones costeras– que progresa económicamente y resulta más fácilmente controlable por el Estado. Y otro Marruecos: el de las zonas montañosas y rurales del Atlas Medio, el Alto Atlas, el Rif y los territorios anexionados del Sáhara, que opera bajo un modelo de gestión casi colonial, marcado por altos niveles de corrupción y manipulación.

Por eso, cuando se negocia con Marruecos –ya sea desde España o desde la Unión Europea– convendría preguntarse si se está tratando con un aliado fiable o con una amenaza latente en la frontera.

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¿España en “derrota preventiva” ante Marruecos?

El Canal del Coronel

Como vecinos que son, España y Marruecos mantienen una relación compleja desde siempre. Pero da toda la impresión de que en los últimos años Rabat le ha ganado la partida a Madrid. La realidad es que el Gobierno español no deja de ceder de forma constante ante las pretensiones marroquís. Por su parte, el gobierno marroquí ha conseguido grandes éxitos en el ámbito de la diplomacia, obteniendo el apoyo de algunos de las principales potencias mundiales, comenzando por Estados Unidos. Mientras, el actual Gobierno español, supuestamente espiados los teléfonos móviles de algunos de sus principales dirigentes, incluyendo el del presidente del Gobierno, da la impresión de haber claudicado ante Marruecos y ser incapaz de hacerle frente. Al margen de que las relaciones entre ambos países deberían ser buenas porque comparten intereses comunes en temas como inmigración, narcotráfico o yihadismo, y cada vez más económicos, lo cierto es que un creciente número de analistas entienden que España es vista como un objetivo asequible por Rabat. Consciente de esta situación, Marruecos no ceja en su empeño de conseguir sus propósitos. A todo ello se añade la invasión silenciosa, como algunos lo denominan, de marroquíes en territorio español, donde, además, según todos los indicios, el servicio de inteligencia marroquí es muy activo. Eso sin mencionar las acusaciones de aprovecharse muchos de ellos del generoso sistema social español. Por si fuera poco, desde hace ya muchos años, hay españoles que hacen lobby a favor de Marruecos, algunos de ellos de forma descarada, y no pocos con segundas residencias en suelo marroquí. Profundizan en está muy delicada situación, con el riesgo de generar fricciones diplomáticas, los analistas Talib Alisalem, Guillermo Rocafort, Koldo Salazar y Fernando Cocho. Un programa complicado, que puede traer importantes consecuencias, pero que había que hacer. Cada vez más españoles lo exigían. Aquí lo tenemos.