“Desmontando bulos contra el pueblo saharaui y el Frente Polisario” – 3
Una de las expresiones más repetidas —y más insidiosas— en los medios internacionales y ciertos discursos diplomáticos es la que se refiere a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como el “autoproclamado Estado saharaui”. Esta fórmula, que pretende neutralidad informativa, es en realidad profundamente ideológica: sirve para sembrar dudas sobre la legitimidad del Estado saharaui y para ocultar el hecho esencial de que se trata de un Estado reconocido internacionalmente y con una base jurídica y política sólida.
En el artículo de la imagen, publicado en el día de hoy en EL PAÍS, se comprueba como la expresión se utiliza para despestrigiar al existente estado saharaui, la RASD, que ejerce funciones de gobierno en los campamentos y los territorios liberados del Sáhara Occidental, y mantiene relaciones diplomáticas con numerosos países y organismos.
Todos los Estados son, en el fondo, “autoproclamados”
En primer lugar, conviene recordar una verdad básica del Derecho Internacional: no existe una autoridad superior que “autorice” la creación de un Estado. La aparición de nuevos Estados se basa en un acto de voluntad política de una comunidad humana que se considera con derecho a la autodeterminación. Así ha sido en todos los casos: desde Estados Unidos en 1776, pasando por la mayoría de repúblicas africanas tras la descolonización, hasta Sudán del Sur en 2011. En ese sentido, todos los Estados del mundo son, técnicamente, autoproclamados.
El acto de proclamación —como el que hizo el Frente Polisario el 27 de febrero de 1976, en Bir Lehlu— es solo una etapa de un proceso más amplio que implica el ejercicio de soberanía, la constitución de instituciones, y eventualmente el reconocimiento internacional. Es decir: lo que diferencia a un “Estado fallido” o ficticio de un Estado real no es cómo se proclama, sino cómo actúa y cómo es reconocido.
La RASD es un Estado reconocido por decenas de países y por la Unión Africana
Desde su proclamación, la República Árabe Saharaui Democrática ha sido reconocida por más de 80 Estados de todo el mundo, especialmente de África, América Latina y Asia. Además, desde 1984 es miembro fundador y de pleno derecho de la Unión Africana (UA), donde ocupa un escaño en igualdad de condiciones con Marruecos, que solo pudo regresar a la organización en 2017 tras haberla abandonado precisamente por el reconocimiento a la RASD.
Ese dato es crucial: un Estado que es miembro de una organización internacional intergubernamental como la UA no puede seguir siendo llamado “autoproclamado” sin incurrir en manipulación semántica. Sería tanto como llamar “autoproclamado” al Estado de Palestina, que es miembro observador de la ONU o a Kosovo, reconocido por una parte de la comunidad internacional.
El derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui está reconocido por la ONU
La legitimidad del Estado saharaui no se basa solo en su reconocimiento internacional. Se fundamenta también en el derecho a la autodeterminación reconocido por la Asamblea General de la ONU al pueblo del Sáhara Occidental, un territorio que sigue inscrito como territorio no autónomo pendiente de descolonización. Desde 1979, la ONU considera al Frente Polisario como el “representante legítimo del pueblo saharaui” (resolución A/RES/34/37), y reconoce que Marruecos no tiene soberanía sobre el Sáhara Occidental, tal como reiteran también las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) y la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de 1975.
En este marco jurídico, la creación de la RASD es un acto de autodeterminación y una expresión política de un pueblo colonizado que fue abandonado por España sin culminar el proceso de descolonización. Llamarla “autoproclamada” es un intento burdo de deslegitimar la única institucionalidad saharaui reconocida, mientras se normaliza la ocupación militar ilegal de Marruecos.
Doble vara de medir: ¿por qué no se aplica el mismo término a otros Estados?
Lo más revelador es que el adjetivo “autoproclamado” no se utiliza para otros Estados cuya existencia fue fruto de una declaración unilateral. Nadie se refiere a “el autoproclamado Estado de Israel” ni al “autoproclamado Kosovo”, ni siquiera al “autoproclamado Sudán del Sur”. El uso del término parece reservado para entidades incómodas para el statu quo internacional, o que desafían intereses geoestratégicos de potencias aliadas del ocupante.
Esta doble vara de medir forma parte de una narrativa más amplia que busca normalizar la ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos y silenciar la resistencia legítima del pueblo saharaui, institucionalizada en la RASD y representada por el Frente Polisario. Es un lenguaje que blanquea la colonización y criminaliza la autodeterminación.
Conclusión:
La República Árabe Saharaui Democrática no es “autoproclamada” en un sentido peyorativo, sino proclamada como lo han sido todos los Estados, y reconocida como tal por decenas de países y por la Unión Africana. La insistencia en este término, sin aplicarlo a otros Estados en situaciones similares o más controvertidas, revela una clara intencionalidad política y mediática. Usarlo sin cuestionamiento es asumir el marco narrativo del ocupante. Por respeto al Derecho Internacional y a la verdad histórica, dejemos de repetir “autoproclamado” cuando hablamos del Estado saharaui. Lo que merece ser dicho es: el Estado saharaui, proclamado y reconocido.
PLATAFORMA «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»