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Ayer, la actualidad saharaui estuvo marcada por nuevos ataques del Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS), que bombardeó posiciones de artillería marroquí en el sector de Hauza, según informó la agencia SPS. Estos hechos se inscriben en la continuidad de la guerra de desgaste iniciada tras la ruptura del alto el fuego en 2020, y muestran la persistencia del conflicto pese al silencio internacional. En paralelo, la ONU fue emplazada a asumir su responsabilidad jurídica y política frente al derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, recordando que la cuestión del Sáhara Occidental sigue siendo un asunto de descolonización pendiente.

En el plano diplomático, la solidaridad con la causa saharaui volvió a manifestarse en Argel, donde la Asociación Argelina reiteró su apoyo en un acto en el centro cultural de la Gran Mezquita. También desde Sudáfrica se denunciaron las detenciones arbitrarias impuestas por Marruecos en los territorios ocupados, reforzando la presión internacional contra las violaciones de derechos humanos. Mientras tanto, en la Fiesta de l’Humanité en Francia, la activista Claude Mangin-Asfari reivindicó la libertad de los pueblos entre Jerusalén y El Aaiún, vinculando la lucha saharaui con la palestina, en sintonía con la resolución de la Asamblea General de la ONU que respalda la creación de un Estado palestino.

En Europa, los Países Bajos prohibieron la venta de determinadas partidas de tomate cherry marroquí, en un movimiento que puede relacionarse con las disputas comerciales y jurídicas en torno a la entrada de productos procedentes de territorios ocupados. En España, el PP intensificó su ofensiva política contra el gobierno de Sánchez, apuntando al fracaso de las aduanas con Marruecos, mientras que Sumar exigió al Ejecutivo que cumpla las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) y avale que el Frente Polisario negocie directamente los acuerdos de pesca con Bruselas.

Finalmente, desde los territorios ocupados se denunció la demolición de un pequeño negocio familiar saharaui en Dajla, un ejemplo más de la represión cotidiana ejercida por Marruecos contra la población autóctona. Todo ello confirma que, mientras las grandes potencias mantienen su inercia y sus alianzas con Rabat, el conflicto del Sáhara Occidental sigue vivo en los frentes militar, político, social y económico, entrelazado con otras luchas de liberación en el mundo y con una creciente atención de la opinión pública internacional.