La defensora de derechos humanos saharaui Aminetou Haidar, Premio Right Livelihood 2019, lamenta que la juventud ya no crea en la resistencia pacífica. “En el Sahara podría ocurrir lo mismo que en Gaza”, advierte.
Aminetou Haidar (Akka, 1966) está cansada. Se relaja en la conversación y lo confiesa: “Estoy agotada”. Lo dice como si una defensora de derechos humanos no tuviera, subrayo, el derecho a estar cansada. Se le nota en la voz, una voz serena con un acento árabe y afrancesado que ha aprendido castellano para hacerse escuchar. Aun así, no quiere exponerse vulnerable, y levanta el tono para afirmar que “de moral está fuerte y consciente de que está luchando”.
La vulnerabilidad no está dentro del imaginario de una defensora. Son el ejemplo, el referente, la esperanza de muchas. Esta responsabilidad puede ser un orgullo, pero también puede ser dolorosa si no se alcanzan los objetivos. Haidar se ha convertido en un símbolo por la lucha de unos derechos colectivos, por el respeto y la justicia hacia el pueblo saharaui y ella lo sabe. Todo el mundo lo sabe. De puertas para dentro, su responsabilidad crece. “Pienso en mis hijos, los pobres. Han sufrido mucho física y moralmente por ser hijos de una activista. También sufrimos como madres y padres. Los hijos de las activistas se encuentran en una situación muy grave. Están desprotegidos, siempre perseguidos, siempre las autoridades de ocupación marroquí buscan hacer daño a nuestros hijos”, reconoce la activista que coge aire para terminar diciendo: “Este es nuestro punto de debilidad. Como madre sabes que esto no es bueno para tus hijos y a la vez sabes que lo mejor para tus hijos es su tierra libre, su libertad y sus derechos”.
Por ello, Haidar nunca ha pensado dar un paso atrás, ni siquiera por sus hijos, ni por su vida. “Esto no. Nunca”, dice contundente. No olvida los cuatro años que pasó secuestrada y torturada por la policía marroquí en una cárcel secreta cuando solo tenía 20 años, en 1987. Entraron en su casa y se la llevaron por participar en una manifestación contra la ocupación del Sahara Occidental. Durante este tiempo entendió que la situación de su pueblo va más allá: “Familias separadas en las zonas ocupadas y en los campamentos de refugiados, niños que nunca han visto a sus padres, personas que huyeron a los campamentos y han fallecido allí, madres y padres que han fallecido en las cárceles marroquíes. ¿Y todo esto por qué?”.
“Nunca he pensado, ni tampoco puedo, dejar la lucha. Para mí es la dignidad de mi pueblo, pero también es la dignidad personal y la dignidad de mis hijos”
En cuanto vio de nuevo la luz en 1991, sin apenas poder caminar, sabía que dedicaría sus fuerzas, que pondría su cuerpo, su nombre, sus recursos y todo lo que hiciera falta en una lucha pacífica para la liberación del Sahara Occidental. “Por todo esto, y mucho más, para mí es una responsabilidad muy grande en la que tengo que estar a la altura de esta responsabilidad. Tengo que seguir este camino, por los que han perdido la vida defendiendo nuestros derechos. Nunca he pensado, ni tampoco puedo, dejar la lucha. Para mí es la dignidad de mi pueblo, pero también es la dignidad personal y la dignidad de mis hijos. Mis hijos pueden vivir sin madre, pero nunca podrán vivir sin dignidad”.
La Aminetou vecina
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