ECS. Madrid. | La geopolítica mundial está desplazando uno de sus centros de gravedad hacia África, donde se dirime la configuración de bloques del futuro. Con los expedientes de Taiwán y Ucrania, vemos que EE.UU pone en cuestión casi medio siglo de ambigüedad estratégica en sus relaciones con el mundo. Y África no iba a ser una excepción. La Argelia de Tebboune ha reivindicado su liderazgo regional en seguridad y economía para hacer frente a las aspiraciones regionales de un Marruecos en apuros, que si bien ejerce de contrapeso, es consciente de la superioridad de Argel. En los últimos meses y años, la política exterior estadounidense ha combinado un alineamiento limitado con Argelia respetando su tradicional autonomía estratégica, implicándose Washington con múltiples actores en función de la conveniencia táctica. En vista de la asertividad de los saharauis en su incontenible búsqueda de libertad, emerge la necesidad de una estrategia a largo plazo en las que cada vez son más las voces que abogan por un mayor realismo ante los retos de la actualidad. Desde el 1979, Estados Unidos adoptó una política deliberadamente opaca hacia el Sáhara Occidental, armando a Marruecos mientras estimulaba la realización de un referéndum y el establecimiento de un estado saharaui. Ahora, los americanos, en sus relaciones con los africanos comienzan a buscar convergencias en vez de conveniencias.
La intransigencia marroquí ha tocado fondo y se revela en el horizonte como el protagonista indiscutible de las tensiones en el Norte de África, el estancamiento del desarrollo económico, político y social del Magreb y la amenaza con dividir a la UA a la que se unió hace apenas cinco años. El conflicto saharaui ha llevado al régimen marroquí a posiciones extremas, viéndose obligado a tomar decisiones dolorosas motivado por la variable de la guerra, cuya magnitud aún es desconocida. La historia es fiel testigo de como durante la primera guerra de liberación del Sáhara Occidental (1975-1991) los saharauis sentaron en la mesa a Marruecos, y aquel que no aprende de la historia está condenado a repetirla, aunque no es nada nuevo que Marruecos sea un mal discípulo de la historiografía.
El interés de un país en llevar a cabo una acción política determinante respecto al conflicto saharaui es ante todo una decisión que puede atraer la enemistad, si no la hostilidad, de otros estados que pierden un mercado o un voto en la ONU. Tal decisión necesariamente debe conducir a consecuencias políticas y económicas beneficiosas para el tomador y para los países vecinos. Cualquiera, sin ser un especialista en geopolítica, puede ver claramente que los países de la región del Magreb tienen impedido el pleno desarrollo desde hace medio siglo debido a la persistente ocupación militar marroquí del Sáhara Occidental y la falta de voluntad de Rabat para concluir el proceso de descolonización de forma pacífica. Como se trata de países que han vivido horribles guerras, conocedores de las consecuencias de ‘palestinizar’ el conflicto saharaui en la última región árabe que quedaba sin guerra, donde la política y la economía están íntimamente ligadas, estos países ya no obedecen a las mezquinas reglas de la contabilidad propias de la ‘diplomacia del maletín’ marroquí sino a la más alta estrategia. Un ejemplo de ello es Túnez, quien alzó la voz en la ONU apoyando el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Ahora parece que EE.UU se solidariza cada vez más con un pueblo cuyo único crimen es buscar liberarse de la colonización marroquí.
¿Pero qué lleva los países a comenzar a desligarse de Marruecos? El estudio y las proyecciones de futuro destacan el potencial económico, militar, geopolítico y geoestratégico de los miembros de la región del Magreb. Todos sus miembros cumplen con una o más casillas de estos activos. Por ello los grandes bancos internacionales olíeron la ‘plata’ como un lobo hambriento, atraídos por el olor a carne fresca de las innumerables materias primas, mientras que otros estados valoran los estados con salidas al mar y las posibilidades que se abren si se abren nuevas rutas comerciales en el Atlántico norte.
En línea con la Doctrina Monroe, EE UU parece estar cambiando de dirección hacia una política de mayor claridad respecto al Sáhara Occidental. Desde el estallido de la guerra tras la ruptura del alto el fuego por Marruecos y la llegada de Biden, desde Washington no había habido unas declaraciones de apoyo al pueblo saharaui tan claras, aunque no es la primera vez que la potencia desafía a Marruecos en esos términos. En Junio pasado bloquearon la venta de drones a Marruecos por el alto riesgo que comprendería usarlo contra la población civil saharaui.
Alejándose de la posición expresada por Trump otorgando ilegalmente la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos, el Senado norteamericano, por segunda vez, emitió un proyecto de ley para el año fiscal 2023 en el que se prohíbe usar parte del presupuesto para construir u operar un consulado en los territorios del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. En su proyecto presupuestal, dijo incluso que instan al Departamento de Estado a establecer un mecanismo de derechos humanos en la misión de la MINURSO, además de asignar apoyo financiero a los esfuerzos diplomáticos para facilitar una solución al conflicto del Sáhara Occidental, y reafirmando su negativa a destinar cualquiera de estos fondos bajo la ley actual o leyes anteriores para apoyar la construcción de un consulado estadounidense en la ciudad ocupada de Dajla, y menos subvencionar tal proyecto. De esta manera, los Acuerdos de Abraham han quedado como lo que fueron, un simple gancho para promover la normalización árabe con el estado sionista, y EE.UU, conocedor de los monarcas con larga tradición de arrodillarse, usó a Mohamed VI para tal fin, sin revertirle al alauita mayor beneficio que sentirse como un preservativo de usar y tirar.
Los reveses no quedan ahí, el mes pasado el Comité de Defensa ordenó al ejército estadounidense que buscara un país distinto a Marruecos para albergar los ejercicios del AFRICOM debido a la falta de seriedad de Marruecos para resolver el conflicto del Sáhara Occidental, el Comité de Asignaciones esta vez adoptó una decisión similar en el proyecto de ley de asignaciones presupuestarias, mediante la asignación de una cláusula al Sáhara Occidental separada de Marruecos, estableciendo nuevas condiciones al Departamento de Estado respecto al tratamiento del expediente del Sáhara Occidental como territorio independiente de la potencia ocupante.
EE.UU por fin está comenzando a interiorizar que tratar a los saharauis como la parte débil es un error de análisis que descarta elementos clave del conflicto en curso y subestima las consecuencias que se derivarían de una guerra de desgaste a largo plazo en el continente africano. Las piezas sobre las que pivota el conflicto del Sáhara Occidental son el pueblo saharaui y su derecho de autodeterminación, y no las ganancias y pérdidas de la élite europeo-marroquí, sin embargo, la diplomacia marroquí lleva a cabo un desplazamiento de estos elementos clave desde el centro de gravedad del problema a otro extremo, a través de concesiones monetarias y participaciones corporativas, que pervierten el proceso de paz, proyectando el referéndum como una amenaza directa a su estabilidad, de la cual depende Europa y sus accesos, así como el mando de EE.UU en África que está a punto de salir desfilando del país consciente de la fragilidad en la que se encuentra. Esta política marroquí contraviene a la realidad ya que no han obtenido mayores cuotas de seguridad externa o interna, mucho menos, resolver el conflicto saharaui, al contrario, lo reanudaron, al igual que reanudaron la hostilidad con sus vecinos. No es solo que el pueblo saharaui luche por su autodeterminación, derecho reconocido e inalienable; es una lucha entre el derecho internacional y las condiciones políticas actuales regidas por criterios de rentabilidad económica. La particularidad del conflicto del Sáhara Occidental es que no admite posiciones neutrales, intermedias ni ambivalentes. Estar con el pueblo saharaui es estar con la justicia, ética y moralidad. Posicionarse en contra por lo tanto, desnuda y revela la existencia de estimulantes monetarios o materiales. ¿Prevalecerá el derecho internacional como cohesionador global o cederá?
EE.UU está viendo como un Marruecos infantil actualmente se está desgarrando, que mantiene problemas con todos sus vecinos; guerra y ocupación con la República Saharaui, escalada y ruptura con Argelia, intentos de anexar Mauritania y tensiones permanentes aunque maquilladas con una España víctima de su errónea interpretación de la política de vecindad. Junto a estos problemas se suman otros económicos y financieros bastante difíciles, así el pequeño rey alauita comienza a ver que los trastornos geoestratégicos no se pueden eludir como antaño, sortear los problemas con el dólar no funciona con los inexpugnables muros de la política internacional. Un hecho bastante esclarecedor de la debacle marroquí es tener problemas para calentarse este invierno teniendo como vecino al mayor proveedor gasístico africano, en lo que no deja de ser una burrada política de dimensiones bíblicas solo comparable al rebuzno de Pedro Sánchez apoyando la autonomía marroquí para el territorio ocupado de la República Saharaui mientras pide la liberación de Ucrania. Tanto Moncloa como el régimen dictatorial marroquí, obviaron un elemento capital en la economía, y es que es la riqueza material la que genera dinero; Argelia tiene trigo para alimentarse, petróleo y gas para poner en marcha su tejido productivo y calentarse en invierno, si sumamos esto a su poderío militar, el error de la dupla PSOE-Rabat en intentar aislar o debilitar a Argelia le ha salido por la culata.
El Májzen, como no está del todo seguro del Tío Sam, llamó a un nuevo amigo, Israel, con quien comparte una visión de cuestiones donde el robo, el espionaje y la represión desproporcionada son el telón de fondo de su universo. Pero sobre todo porque este nuevo amigo tiene la experiencia y los conocimientos necesarios para defender los bienes y recursos robados así como el apartheid más moderno. Así Israel vio que la «normalización» con Marruecos es un regalo del cielo, una oportunidad que no debe perderse para mantener atado al pequeño rey, cuyo padre ejerció labores de espionaje para el MOSSAD durante las cumbres de la Liga Árabe. Una relación basada en amo/esclavo, ya que Marruecos cree que la fuerza en todo momento y lugar es sinónimo de realidad, se entrega plácidamente a una relación de dependencia. Y como sabemos, la adicción crea obligaciones, por no decir que dobla la columna vertebral, algo que saben bien los súbditos de Mohamed VI.
El equilibrio de poder sigue siendo el rector del conflicto saharaui, no en vano depende de la naturaleza del resultado de la guerra en Ucrania, que tendrá consecuencias en el curso de las batallas que quedan por librar. Por encima de todo, el pueblo saharaui, treinta años después, delegó en su ejército (ELPS) la enorme responsabilidad de recuperar la soberanía. Subestimar al pueblo saharaui y al Frente POLISARIO tiene consecuencias que el mismo Hassán II y Mauritania conoce bien.