Dihani, ex preso político y víctima de años de tortura y persecución en cárceles marroquíes, revela cómo las autoridades marroquíes han utilizado la difamación y el espionaje digital como arma para reprimir el disenso y silenciar las voces críticas al régimen colonialista y corrupto marroquí.

El artículo se centra en el caso de Aziz Ghali, presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, que se convirtió en el blanco de una intensa campaña de desprestigio por hablar sobre el Sáhara Occidental, un territorio considerado «ocupado» por las Naciones Unidas.

Según Dihani, el gobierno marroquí movilizó a los medios de comunicación alineados con el Estado y a «trolls» en línea para acusar a Ghali de traición, amenazando directamente su seguridad física y desacreditando su defensa de los derechos humanos.

Dihani sostiene que la difamación se ha convertido en una herramienta clave en el arsenal de represión del Estado marroquí, dirigido contra activistas, periodistas y figuras públicas que desafían la postura del régimen sobre temas delicados, incluida la corrupción, la monarquía y la actual ocupación del Sáhara Occidental.

Detalla cómo miles de sitios web y cuentas de redes sociales, muchos de ellos vinculados al aparato de seguridad de Marruecos, atacan a activistas y periodistas saharauis y marroquíes, lo que a menudo conduce a su encarcelamiento.

Un ejemplo de ello es el caso de Gdeim Izik, donde 19 activistas y periodistas saharauis recibieron duras condenas, incluida cadena perpetua, tras participar en una protesta pacífica en 2010.

Estas acciones, sostiene Dihani, representan una extensión de la represión sistemática de Marruecos, que ahora está reforzada por tecnologías de vigilancia avanzadas como el software espía Pegasus, de fabricación israelí.

Informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch confirman que Pegasus se ha utilizado para vigilar no sólo a periodistas y activistas marroquíes, sino también a personalidades internacionales de alto perfil, entre ellas el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro español, Pedro Sánchez, indicó Dihani.

El artículo también destaca la difícil situación del periodista Soulaiman Raissouni, que fue encarcelado durante cinco años tras sufrir una andanada de ataques difamatorios por sus reportajes contra la corrupción. Aunque fue liberado recientemente gracias a un indulto real, Raissouni sigue sufriendo amenazas y acoso, lo que pone de relieve la precaria situación de la libertad de prensa en Marruecos.

Destinos similares corrieron los periodistas Omar Radi y Taoufik Bouachrine, lo que demuestra una vez más cómo la prensa independiente se ha convertido en un objetivo prioritario de la represión estatal.

Según Dihani, las campañas de difamación de Marruecos no son actos aleatorios de medios corruptos, sino una estrategia sancionada por el Estado diseñada para intimidar a los críticos, difundir desinformación y erosionar la confianza pública en el periodismo.

Estas medidas recuerdan a los «años de plomo», la brutal era de represión del rey Hassan II. A pesar de las esperanzas iniciales de los marroquíes de que se produjeran reformas bajo el rey Mohammed VI, Dihani afirma que el régimen actual ha intensificado su control, empleando la vigilancia digital y la propaganda para reprimir la disidencia de manera más eficaz.

Dihani concluye lamentando la terrible situación que enfrentan los activistas y periodistas en Marruecos y el Sáhara Occidental, muchos de los cuales han huido a Europa en busca de asilo.

Como exiliado saharaui, permanece en el limbo, a la espera de protección internacional, mientras sigue llamando la atención sobre los abusos que sufre su pueblo.

El relato de Dihani es un recordatorio esclarecedor de los desafíos que enfrentan quienes se atreven a hablar abiertamente contra la opresión y destaca la necesidad urgente de una acción global para apoyar a los defensores de los derechos humanos en Marruecos y el Sáhara Occidental. (SPS)

090/500/60 (SPS)