«Se los llevaron a todos». Es el mensaje que lleva horas circulando entre los activistas pro saharauis que durante semanas han tratado de impedir lo que se terminó de consumar a medianoche de este viernes. Tras varias tentativas frustradas, el Ministerio del Interior ha logrado deportar a Marruecos a una veintena de solicitantes de asilo saharauis que permanecían desde hacia semanas en la sala de inadmitidos del aeropuerto de Barajas. Al menos dos de los solicitantes de asilo permanecen detenidos por las autoridades marroquíes tras aterrizar el avión en Marrakech.

Los activistas y abogados denuncian que una empresa de seguridad marroquí fue contratada para el vuelo. El ministro Fernando Grande-Marlaska intenta cerrar así un capítulo en el que ha evitado incluso mencionar en público el origen saharaui de los solicitantes, en medio de las denuncias de los intérpretes de origen marroquí asignado, las condiciones insalubres de las instalaciones o los argumentarios enviados a los periodistas por su departamento.

Las imágenes de esos últimos instantes en Barajas muestran a Hammou Ali, sordo y enfermo de cáncer, esposado con unas bridas de plástico a bordo del avión que los ha enviado a Marruecos a pesar de la movilización de asociaciones judiciales, entidades sociales y partidos políticos, que han advertido de las consecuencias para sus propias vidas de una expulsión que podría terminar llegando al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ya condenó a España en 2014 por unos hecho similares. Durante esta última semana el departamento que dirige Grande-Marlaska ha cancelado hasta en dos ocasiones la visita de miembros de la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados a las salas de Barajas donde se hallaban los solicitantes tras impedir previamente el acceso de varios diputados de Sumar y Podemos.

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