Rafael Muñoz Abad 25.12.2019 | 23:50
Marruecos es ese vecino incomodo con el que estamos condenados a entendernos lo cual no nos exime de que se deba ejercer una diplomacia firme. Rabat es docta en leer los estadios de debilidad institucional española, algo ya perenne, para sacar tajada. Atravesamos un estadio de raquitismo político que nos ha convertido en un estado débil e inoperante. La titularidad de las aguas del Sahara occidental, excolonia española desde 1976 y proceso aún por resolver, conste en acta, es un contencioso tremendamente incómodo para España cara al cual ejerce una bochornosa dejadez de funciones. Indolencia e irresponsabilidad histórica.
¿Puede Marruecos ejercer la titularidad de las aguas del Sahara occidental? No. No, porque España aún es la potencia administradora del territorio o eso dicta la resolución de la ONU para la descolonización ergo debe tutelar el referéndum con el censo de 1974. ¿Dónde está la diplomacia española en esta cuestión? Es simple, no está, no interesa. Moral de geometría variable. ¿Por qué no interesa este asunto o es tema tabú en Moncloa? Marruecos es aliado prioritario de Washington para el Magreb y la lucha antiterrorista, además de ser socio igualmente prioritario de la UE en materia de inmigración, inversión, agricultura y pesca. Ahí es nada. Es más barato el tomate moro que el canario. El peso de Rabat en EE.UU. es mayor que el de España y en estos tiempos escorados a la izquierda irracional no somos simpáticos ante el Tío Sam. Nos guste o no, no estamos para alejarnos del gran jefe.
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