Artículo de opinión por Victoria G. Corera – PLATAFORMA «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»
ECSAHARAUI ha publicado hoy dos artículos titulados “Desconfianza y hartazgo hacia el liderazgo actual del POLISARIO debido a ‘conductas irresponsables y perjudiciales’” y “XVI Congreso del POLISARIO, la gota que colmó el vaso”. En ambos se lanza una mirada crítica a la actuación reciente de los órganos rectores del Frente POLISARIO y de sus líderes. Lo que presento aquí es una reflexión desde el movimiento solidario con el pueblo saharaui, no desde dentro del “mundo saharaui”. ECSAHARAUI vive el día a día, 24 horas, en esa realidad interna, mientras que quienes observamos desde fuera —implicados, ocupados y preocupados por la causa saharaui— lo hacemos con una visión inevitablemente parcial y limitada. Precisamente por ello, creo necesario detenerme en lo que se plantea: no como ejercicio de censura, sino como un intento de comprender y acompañar, con espíritu crítico pero constructivo.
Los dos editoriales comparten un diagnóstico severo: el liderazgo actual del Frente Polisario estaría atravesado por un deterioro de legitimidad, la ausencia de mecanismos de alternancia política y una creciente desconexión con la juventud. A eso se añade la percepción de que el XVI Congreso del POLISARIO, celebrado en 2023, representó una oportunidad perdida para corregir esos déficits y que, en lugar de propiciar la regeneración esperada, consolidó la continuidad de la vieja guardia. Ahora bien, estos textos no cuestionan la legitimidad de la causa ni el papel histórico del Polisario como movimiento de liberación y gobierno de la RASD; lo que critican es su eficacia actual para resistir a un adversario como Marruecos, que invierte enormes recursos en lobby, diplomacia, propaganda y guerra jurídica. Desde esa perspectiva, la crítica no es gratuita: busca obligar al movimiento a un ejercicio de rendición de cuentas, apertura a nuevas generaciones y revisión estratégica que refuerce, en lugar de debilitar, la causa nacional.
El argumento sobre la brecha generacional resulta especialmente revelador. En los campamentos, en los territorios ocupados y en la diáspora existe una juventud formada, con experiencia internacional, que no siempre encuentra cauces de participación política. Cuando los mismos nombres se repiten durante décadas en el Secretariado Nacional o en el Consejo de Ministros, lo que se erosiona no es solo la credibilidad, sino también la capacidad de innovación y de movilización. La falta de un “plan de transición” ordenado provoca frustración y, en ocasiones, desafección. Esta preocupación no es un ataque externo: es la constatación de que sin renovación no hay eficacia, y sin eficacia no hay capacidad de sostener el pulso frente a un ocupante que sí adapta su discurso, multiplica su propaganda y explota las debilidades internas del adversario.
La crítica histórica al alto el fuego de 1991 forma parte del mismo debate. Los artículos sostienen que aceptar aquel acuerdo sin un plan de contingencia, supeditar la reanudación de la lucha a un referéndum que nunca se celebró y prolongar la espera sin una hoja de ruta clara constituyó un error estratégico. Es cierto que este juicio es a posteriori y que las constricciones de aquel momento fueron enormes. Sin embargo, más allá de la polémica sobre si fue un error o una necesidad, la lección es clara: toda organización que quiera sobrevivir necesita una cultura de aprendizaje y revisión crítica de sus decisiones. No se trata de culpar a quienes negociaron entonces, sino de exigir que hoy existan mecanismos para evaluar la eficacia de cada estrategia, corregir desvíos y comunicar de forma transparente a la sociedad los cambios de rumbo.
El segundo editorial sitúa al XVI Congreso como un “punto de inflexión fallido”. Se prometió cambio, se reclamó un “golpe en la mesa” y lo que se percibió fue más continuidad. Esa frustración no es un detalle: debilita la confianza en la organización y erosiona la capacidad de influencia internacional. En un momento en que Marruecos consigue proyectar con éxito su narrativa en capitales influyentes, la pérdida de credibilidad interna del Polisario se traduce en desventaja externa. La crítica aquí es funcional: sin cohesión interna no hay fuerza externa, y sin credibilidad ante el propio pueblo no hay capacidad de interpelar a terceros.
Los editoriales hablan también de captura institucional, parálisis decisoria y endogamia política. Son expresiones duras, pero describen un riesgo real: cuando la continuidad de personas se convierte en continuidad de métodos, y cuando los incentivos internos castigan el disenso y premian la inercia, la organización pierde adaptabilidad. En el caso saharaui, ese déficit de adaptabilidad se paga en dos frentes. Dentro, porque desalienta a jóvenes y cuadros preparados que no encuentran espacios de responsabilidad. Fuera, porque limita la eficacia del Polisario en un ecosistema internacional hipercompetitivo donde la causa marroquí gana terreno en medios, parlamentos y foros multilaterales.
Ahora bien, como observadora solidaria creo importante añadir dos matices. El primero: la crítica sería más contundente si se apoyara en datos verificables —encuestas de opinión, auditorías de desempeño, cronogramas incumplidos— que permitan sostener con pruebas lo que hoy se plantea en términos generales. El segundo: el énfasis casi exclusivo en las carencias internas corre el riesgo de invisibilizar el entorno coercitivo en el que se desenvuelve el movimiento saharaui, marcado por la ocupación, la represión en los territorios ocupados, la fatiga internacional y la asimetría de recursos. Si se olvida ese contexto, la crítica puede ser instrumentalizada por Marruecos para deslegitimar al Polisario. Por eso, el desafío es doble: reconocer los déficits internos sin dar munición al enemigo.
Enlazar estos editoriales con otro publicado en ECSaharaui, “Los peligros de la autonomía y la amenaza del expansionismo marroquí”, permite ver el cuadro completo. Si la autonomía es, como allí se sostiene, una anexión encubierta que repite el error histórico de Eritrea y amenaza con abrir una fase de expansionismo marroquí en toda la región, entonces el Polisario necesita estar en las mejores condiciones para resistirla. Y esas condiciones no se miden solo en legitimidad jurídica, que es incuestionable, sino también en legitimidad por desempeño. La crítica, entendida así, no busca debilitar al movimiento de liberación, sino obligarlo a modernizar sus mecanismos de elección, abrir paso a la juventud, institucionalizar la evaluación de políticas y reforzar la rendición de cuentas.
La experiencia de los dirigentes históricos no debe ser desechada. Sería un error pretender una ruptura total con quienes fundaron y sostuvieron el movimiento durante décadas. Su memoria y conocimiento de los entresijos del conflicto son activos valiosos. Lo disfuncional es convertir ese legado en derecho adquirido a permanecer indefinidamente en el poder. El reto no es eliminar la experiencia, sino integrarla en un relevo ordenado regulado por criterios claros de mérito, capacidad y resultados. Solo así se honrará el pasado sin hipotecar el futuro.
En conclusión, las críticas publicadas por ECSaharaui son duras, pero están justificadas en lo esencial: piden alternancia, profesionalización, rendición de cuentas y estrategia. Para que sean plenamente productivas deben apoyarse en datos concretos y traducirse en hojas de ruta verificables que permitan medir avances y corregir errores. Si se convierten en agenda de reformas, no debilitarán al Frente Polisario; lo relegitimarán por eficacia y lo colocarán en mejores condiciones para frenar la imposición de la autonomía, disputar el relato internacional y sostener la resistencia en el tiempo.
Como movimiento solidario, nuestra responsabilidad es escuchar estas voces no con ánimo de injerencia, sino de acompañamiento. Porque la justicia de la causa saharaui no merece quedar empañada por déficits de gestión que sí están en manos del propio movimiento corregir. ECSaharaui, con su mirada de dentro, plantea preguntas incómodas. Nosotros, desde fuera, debemos leerlas con humildad y con un compromiso firme: seguir apoyando al pueblo saharaui en su derecho a la autodeterminación, y desear que las reformas necesarias fortalezcan, no erosionen, la dignidad de una lucha que sigue siendo ejemplar.
https://noteolvidesdelsaharaoccidental.org/mundo-saharaui/Victoria G. Corera Plataforma “No te olvides del Sahara Occidental”
