La tienda está situada en una de las calles principales de la ciudad, próxima a la playa y al mercado. La mayoría de la gente que camina cerca de ellos parece ignorar la protesta, salvo los tímidos acercamientos de algún conocido. Es una parte de la trastienda a donde Marruecos no quiere que lleguen esos turistas que aterrizan en Dajla sin mucha información de la carga simbólica de su viaje. Al otro lado de la ciudad, se levanta el decorado a donde Mohamed VI sí intenta dirigir a sus visitantes: un escaparate de ofertas turísticas de hoteles, playas, surf y dunas que utiliza el Gobierno de Marruecos para intentar seducir al visitante extranjero. El impulso de Dajla como reclamo para viajeros oculta las denuncias de secuestros, abusos policiales y persecución denunciados por la población saharaui residente en los territorios ocupados de la antigua colonia española del Sáhara Occidental.