Gracias al programa Vacaciones por la Paz, este es ya el cuarto año que el pequeño Hafdala disfruta de unas semanas estivales en tierras aragonesas junto a Cristina Zarazaga y David Vicente. La pareja y el niño saharaui comparten con EL PERIÓDICO cómo es la convivencia y qué hacen en el día a día
Cristina cuenta que Hafdala «enseguida empezó a entender las cosas muy bien». «Su capacidad de aprendizaje es una pasada», añade. Y no solo eso. A sus diez años muestra interés por todo lo que le rodea -la comida, las costumbres, las personas, etc.- y pregunta mucho, ya que sus veranos en Zaragoza son muy distintos a su día a día en el campamento de refugiados saharauis de Tindouf en el que vive. «Lo que hago es desayunar, ir al colegio, estudiar y a las dos comer», dice. Después duerme una siesta muy larga para evitar las horas de máximo calor y termina la tarde con sus amigos. No se va a dormir hasta las dos o tres de la madrugada, y a las siete de la mañana entra en clase.
Es precisamente este vínculo con los suyos lo que les ha dejado anécdotas como la que recuerda Cristina: «Cuando vino aquí por primera vez y vio a gente pobre pidiendo en la calle se quedó muy sorprendido. De hecho, una de las cosas que dijo fue si no tenían familias, y contaba que allí todos se ayudan entre todos». «Es algo así como lo que se ve aquí en los pueblos», añade David.
El recuerdo es de aquel verano de 2022 en el que la pareja aragonesa se decidió, después de tenerlo en mente durante varios años, a acoger durante unas semanas a un niño de un campamento de refugiados saharauis en Tindouf. Hafdala entró en sus vidas y el cariño ha sido mutuo desde entonces. «Aquel verano nos íbamos a ir de vacaciones con mi madre y se puso enferma -recuerda Cristina-. Mientras estábamos en el hospital salió una noticia de que se buscaban familias de acogida, algo así como de última hora». La decisión fue para ellos un absoluto acierto.
Cristina recuerda que todo fue fácil desde el primer momento. «Cuando llegó nos fuimos de vacaciones a Cantabria con unos amigos que tienen tres hijos. Estaban allí seis niños jugando y eso le facilitó mucho la integración«, señala Cristina que pone un ejemplo: «Llevábamos un disco duro con películas y decidieron ver la de los Minions porque ahí no hablan ningún idioma y nadie los entiende». Por aquel entonces, Hafdala no sabía nada de español. «Solo sabía la palabra piscina», agrega entre risas David.
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