Uno de los bulos más frecuentes contra el pueblo saharaui es el uso sistemático de la expresión “autoproclamado Estado saharaui” para referirse a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Aunque se presenta como una fórmula neutral, en realidad busca deslegitimar al único Estado saharaui reconocido y restar valor a su existencia institucional. Sin embargo, todos los Estados del mundo, desde EE.UU. hasta Sudán del Sur, nacieron de un acto de proclamación. Lo que otorga legitimidad a un Estado no es cómo se proclama, sino su ejercicio de soberanía, sus instituciones y su reconocimiento internacional.
La RASD ha sido reconocida por más de 80 países y es miembro fundador de pleno derecho de la Unión Africana desde 1984. Comparte asiento con Marruecos en esa organización intergubernamental, lo que invalida por completo el uso del término “autoproclamado”. Además, su creación se basa en el derecho a la autodeterminación reconocido por la ONU para el pueblo del Sáhara Occidental, que sigue siendo un territorio no autónomo pendiente de descolonización. El Frente Polisario, proclamador de la RASD, es considerado por Naciones Unidas como su legítimo representante desde 1979.
El uso selectivo del término “autoproclamado” es una maniobra semántica cargada de intencionalidad política. No se aplica a otros Estados nacidos de declaraciones unilaterales —como Israel, Kosovo o Sudán del Sur—, lo que revela una clara doble vara de medir. Esta narrativa forma parte de una estrategia para blanquear la ocupación ilegal marroquí y silenciar la lucha legítima del pueblo saharaui. Por respeto al Derecho Internacional y a la verdad, es hora de dejar de repetir ese término manipulador. La RASD no es autoproclamada: es el Estado saharaui, proclamado y reconocido.
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