Esas lágrimas que siguen a sus visitas al desierto argelino, donde parte de la población saharaui espera en precarias condiciones hasta poder regresar a su territorio, simbolizan el enjambre de culpa, choque cultural, cruce de identidades y rabia por la historia de su pueblo descrito por la periodista saharaui en su primera novela, ‘Flores de Papel’ (Península).
Ese no saber si es de allí o de aquí. Esa rabia al comprender la historia que empuja a su familia a vivir en el exilio, en condiciones extremas y bajo una dependencia total de la ayuda humanitaria. No entender quién es realmente o quién debería ser. Esa culpa que ruge al volver a casa, al comer una ensalada fresca o poner el aire acondicionado y pensar en la vida en el exilio de sus familiares. Esa incomprensión al saber que su país, España, ha sido “parte del problema”.
El libro narra la historia del Sáhara Occidental a través de la mirada de tres mujeres saharauis: Aisha, Neima y Leila. Cada uno de los personajes se basan a su vez en las vivencias reales de Hameida, así como las de su madre y su abuela, tres generaciones que evidencian la injusticia que pesa sobre la población de la que fue la provincia española número 53. Unos habitantes divididos entre los campamentos de refugiados, los territorios saharauis ocupados por Marruecos y la diáspora.
La autora, periodista de RTVE, medio para el que ha realizado importantes coberturas internacionales (desde Ucrania, Somalia o Irán entre otras), utiliza el libro como una forma de reconciliarse con esos “dos mundos” entre los que ha navegado desde niña, cuando tuvo que migrar por primera vez a Europa para ser acogida por una familia italiana para atender un problema médico.
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