Madrid (ECS).- La reducción de las raciones alimentarias de emergencia distribuidas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de cerca del 30%, desde noviembre de 2023, está afectando a decenas de miles de familias refugiadas que dependen casi exclusivamente de estas raciones para su subsistencia, ante la falta de alternativas sostenibles en una zona árida y desértica con condiciones climáticas extremas. Las ONG piden más fondos para dar de comer a los miles de refugiados que se encuentran en los campamentos de refugiados saharauis en el sur de Argelia.
La situación ha empeorado en los últimos seis meses y las reservas en los almacenes se agotan. De no recibir fondos adicionales, las organizaciones que trabajan en el lugar denuncian que las existencias disponibles en mayo solo garantizan sustento hasta junio, según ha informado El País en un largo análisis sobre la situación en estos campamentos.
Hace meses que ya no entregan a los refugiados saharauis aceite y en el anterior reparto de productos frescos, según recoge El País, les procuraron medio kilo de zanahorias y dos huevos por persona para un mes. “Es la mitad de lo que nos suministraban, es muy poco”, muestra una refugiada en declaraciones al diario español. También han recortado la cantidad de jabón y productos de limpieza, asegura la misma fuente. También les dan menos metros de las telas para reparar la jaima (tienda de campaña de los pueblos nómadas) que casi todo refugiado saharaui tiene instalada junto a su vivienda, un símbolo de resistencia con el que lanzan el mensaje de que están en tierra argelina de paso.
De los 173.600 saharauis que viven en los campamentos de refugiados saharauis, hoy casi el 90% padece inseguridad alimentaria o está en riesgo de caer en ella, según el Plan de Respuesta (2024-2025) consensuado para esta emergencia humanitaria por un consorcio de 28 entidades de la ONU y ONG que trabajan en el lugar.
El pasado marzo lanzaron una alerta por el empeoramiento de la salud y estado nutricional de la población refugiada saharaui. Un deterioro que han registrado desde 2020, pero que se ha acelerado en los últimos meses tras el recorte de las raciones por falta de fondos. “Lo más preocupante es la elevadísima tasa de anemia, que afecta a un 75% de las mujeres embarazadas y lactantes, y la desnutrición infantil, que padecen más de la mitad de los menores de cinco años”, anota Pablo Traspas, responsable de Médicos del Mundo en los campamentos, según El País.
“Los donantes se olvidan de las crisis antiguas y con poca visibilidad en cuanto hay cualquier guerra o catástrofe natural”, subraya Buhubeini Yahia, presidente de la Media Luna Roja Saharaui. “Hay donantes estables, pero con la inflación, no da. Somos la segunda víctima de las grandes crisis. No se habla de la tragedia humanitaria aquí”, se indigna el responsable saharaui, en medio de uno de los almacenes casi vacíos en Rabuni, el complejo administrativo de los campamentos.
“El PMA no tiene nada aquí”, señala a los escasos montones de sacos. “El stock de la Cruz Roja casi es inexistente desde hace tres meses. Lo que tenemos de la Media Luna Roja no cubre ni un mes”, advierte. Ya no queda aceite. “Cero”, sentencia tajante Buhubeini. Tampoco hay casi harina, que representa el 50% de la canasta. “Les dan un kilo menos de harina de soja al mes por persona en la familia; es un producto muy rico en hierro y sirve para combatir la desnutrición, pero es el más caro”, precisa.
Las últimas encuestas realizadas por el PMA y ACNUR sobre la situación nutricional en los campamentos, han mostrado un empeoramiento de los indicadores nutricionales, en particular las tasas de anemia entre las mujeres embarazadas y lactantes y el retraso del crecimiento entre la población infantil, menor de cinco años, amenazados los progresos realizados hasta 2020. La incertidumbre sobre las ayudas alimentarias a partir de junio de 2024 preocupa especialmente a la población saharaui refugiada y a las ONG que trabajan en el terreno. Además, la multiplicación de las crisis en el mundo ha afectado también a la financiación de los programas por parte de las agencias humanitarias, con una reducción de alrededor del 20% de ACNUR en todos los sectores básicos, como la salud, el agua o la educación.