FOTO de cabecera: Jama’at Nusrat al-Islam wa al-Muslimin (JNIM), filial de Al Qaeda en el Sahel.
LECTURA COMENTARIO DE «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»
El Sahel se ha convertido en el epicentro del terrorismo yihadista mundial, con el 50% de las muertes por atentados en 2024 concentradas en Mali, Níger y Burkina Faso. En esta región operan dos grandes actores: la filial de Al Qaeda (JNIM) y el Estado Islámico en el Sahel. En las últimas semanas, parte de la prensa española difundió informaciones que señalaban una supuesta presencia destacada de saharauis en las cúpulas de estas organizaciones. Sin embargo, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y varios expertos internacionales coinciden en que se trata de una exageración sin base: los saharauis son apenas un grupo marginal, numéricamente irrelevante.
En el caso de Al Qaeda, los analistas son categóricos: no hay saharauis en sus estructuras de mando. Su líder es el tuareg maliense Iyad Ag Ghali, acompañado por cuadros fulani como Amadou Kouffa. Aunque en el pasado algunos saharauis militaron en grupos menores como el MUJAO, hoy no tienen peso en la dirección del JNIM. Con respecto al Estado Islámico en el Sahel, tras la muerte en 2021 de Adnan Abu Walid al Sahrawi —antiguo miembro del Polisario en su juventud—, el mando recayó en Abu al Bara’ al Sahrawi. Aun así, la mayor parte de sus mandos intermedios y combatientes proceden de Níger, Malí y Burkina Faso.
El CNI cifra entre 25 y 30 los saharauis presentes en estas organizaciones, frente a los 2.000 o 3.000 combatientes totales. Una proporción “anecdótica” que no justifica los intentos de vincular al Frente Polisario con el terrorismo. El propio servicio de inteligencia español advierte de que no debe “estigmatizarse” ni a los refugiados de Tinduf ni a su movimiento político. Varios expertos recuerdan además que el gentilicio “al Sahrawi” no implica necesariamente ser del Sáhara Occidental, ya que es común en toda la región sahariana.
La manipulación es evidente: Marruecos lleva décadas presentando a los saharauis según convenga —primero como marxistas, luego como islamistas, después como aliados de Irán y ahora como yihadistas— con el único objetivo de deslegitimar al Polisario. Los analistas insisten en que la radicalización es un fenómeno global que afecta a jóvenes marginados en distintas partes del mundo, y que no existe ningún vínculo organizativo entre el Polisario y el yihadismo.
En realidad, lo que ocurre en el Sahel responde a factores locales: violencia étnica, golpes militares, ausencia de Estado y presión climática. La propaganda que intenta mezclar esta guerra con la causa saharaui no resiste el análisis. Ni la resistencia saharaui ni sus instituciones tienen relación con el terrorismo yihadista. Al contrario, como reconocen incluso servicios de inteligencia internacionales, el Frente Polisario ha trabajado durante décadas para evitar que la desesperación y el exilio sean terreno fértil para la radicalización.
Es la zona más caliente en el mapa mundial del terrorismo yihadista. En 2024 alrededor del 50% de las muertes por terrorismo se registraron en el Sahel (Mali, Burkina Faso y Níger), según el Índice Global de Terrorismo. El África subsahariana se ha convertido en un territorio fértil para las dos organizaciones que litigan por liderar el movimiento yihadista, la veterana Al Qaeda y la que nació de su escisión en Irak: el autodenominado Estado Islámico.
Ambas han logrado extender sus tentáculos por una región asolada por los golpes militares, la violencia étnica y los estragos del cambio climático. Desde hace meses el foco se ha colocado en sus cúpulas y la supuesta presencia de saharauis. Fuentes del CNI y expertos en yihadismo desmontan en conversación con El Independiente algunas de las informaciones inexactas que han circulado en las últimas semanas, con el trasfondo de la guerra de propaganda que libran Marruecos y Argelia.
Al Qaeda, sin presencia saharaui
Especialmente significativo es la sucursal regional de Al Qaeda, Jama’at Nusrat al-Islam wa al-Muslimin (JNIM), uno de los grupos yihadistas más mortíferos del mundo, arraigado en las regiones tribales desérticas de Mali, Níger y Burkina Faso, y en plena escalada de acciones cada vez más letales. En el caso de la rama saheliana de Al Qaeda, no existe saharaui en la cúspide de la organización, según los expertos consultados por este diario. “La mayoría de sus líderes son malienses, ya sean tuaregs o fulani [un grupo étnico que vive en gran parte de África Occidental, tradicionalmente pastores nómadas y comerciantes]”, explica a El Independiente Wassim Nasr, periodista e investigador sénior en el Soufan Center que monitorea desde hace más de una década grupos yihadistas en el Sahel.
El CNI pide no “estigmatizar” a los saharauis
Hasta el Centro Nacional de Inteligencia se ha desmarcado de las informaciones publicadas en prensa el pasado junio. Fuentes de la organización reconocen que -en línea con la información aportada por múltiples expertos y centros de investigación a este diario- existe una minoría de saharauis en el máximo nivel del Estado Islámico-Provincia de Sahel (ISSP) que han tomado el relevo de una generación previa también saharaui liquidada por los servicios de inteligencia.
Pero, subrayan, los saharauis no exceden de “de 25 o 30 personas” en una organización con entre 2.000 y 3.000 combatientes. Unos números que llevan al CNI a determinar que se trata de “una minoría anecdótica”. También rechazan cualquier intento de vincular al movimiento saharaui y al Polisario con el yihadismo y piden “no estigmatizar”. “Estos saharauis consiguen hacerse muy relevantes, primero porque a diferencia de esos combatientes locales, ellos son árabes procedentes de los campamentos de Tinduf, conocen el idioma y tienen mayor bagaje cultural y religioso, lo que hace que la interlocución con la dirección central de la organización sea mucho más fácil”, explican fuentes del CNI. En algunas ocasiones, agrega, emplean el español para evitar que sus interlocutores conozcan el contenido de sus discusiones.
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