Gaici Nah Bachir.
ECS. Madrid. | Algunos podrán pensar que la afirmación que preside el titular no es más que una fantasía, y otros pueden pensar que es una exageración o incluso una ilusión, lo cierto es que la fuerza y la capacidad de combate de los ejércitos no se mide por su arsenal militar, ni por el número de sus soldados, ni depende de la ostentación mostrada en los desfiles o maniobras militares, tampoco del número de apariciones en los medios de comunicación, sino que el verdadero criterio para evaluar son los resultados obtenidos sobre el terreno.
Haciendo un recorrido por la historia de las guerras hasta el día de hoy, los grandes estrategas y comandantes de los ejércitos aún no han llegado a una conclusión lógica o científica que justifique la derrota estadounidense en Vietnam, al igual que las derrotas de Francia en más de un país africano, quizás el más importante y destacado de los cuales es la victoria del Ejército de Liberación de Argelia.
Sin ir más lejos, el Estado de Israel, que posee el arsenal militar más grande e importante de Medio Oriente, no pudo derrotar al Hezbolá libanés, y sobre Afganistán, el expresidente estadounidense Barack Obama admitió la imposibilidad de una victoria militar sobre los talibanes. Esto refleja que la potencia de los ejércitos y su número no es el único determinante para lograr victorias, y por lo tanto el derecho de respeto y prestigio solo se consigue sobre el terreno y no en lo escrito.
Y si el ejército de ocupación marroquí, según Global Fire Power, ocupaba en 2016 el quinto lugar en el mundo árabe y el trigésimo noveno a nivel internacional, eso no significa necesariamente sus capacidades de combate. Y por supuesto no estamos evaluando la acción del Ejército saharaui en la guerra de liberación, solo estamos destacando un dato.
Cuando uno se pone a repasar los detalles de las guerras más importantes, desde la Primera y Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra de Indochina, la Guerra de Vietnam y todas las guerras de liberación en diferentes continentes, cabe señalar, además del principio de proporcionalidad y daño potencial que pueden infligir los dos ejércitos, que el tamaño de las barreras y obstáculos de todo tipo, tanto naturales como artificiales, explosivos y minas que están sembradas en el muro de la vergüenza que construyó Marruecos en los años ochenta del pasado siglo en el Sáhara Occidental, nunca antes fue utilizado por ningún ejército contra otro.
Esto explica de forma fidedigna la magnitud del horror, del miedo y la enormidad del respeto impuesto e infundido por el combatiente saharaui en el campo de batalla al ejército de ocupación marroquí y sus estrategas. No hace falta decir que incluso la idea de construir el muro en sí es la prueba sólida del fracaso y la derrota. Al hilo de lo anterior y en su cuadragésimo cuarto aniversario, ¿el Ejército de Liberación Saharaui no tiene derecho a recibir o ser condecorado entre todos los ejércitos del mundo con pleno mérito y sin exageración?
Sobre el autor: Gaici Nah Bachir es ingeniero militar, investigador y experto en el conflicto del Sáhara Occidental. Vía: MAPNR.