El expolio del Sáhara Occidental reporta 1.300 millones de euros anuales a las élites del Majzén

El expolio del Sáhara Occidental reporta 1.300 millones de euros anuales a las élites del Majzén

El expolio del Sáhara Occidental reporta 1.300 millones de euros anuales a las élites del Majzén, pero el mantenimiento del muro militar y de la ocupación le cuesta al pueblo marroquí más de 10.000 millones al año. Cada ciudadano paga 50 euros de su bolsillo para sostener un sistema colonial que solo beneficia a la monarquía y a los altos mandos militares.

El medio digital Escudo Digital publicó el 22 de agosto de 2025 un artículo firmado por el exmilitar y experto en seguridad Ramón Cuerda Riva bajo el título “La ocupación del Sahara Occidental reporta 1.300 millones de euros al año a las élites de Marruecos”. En él se detallan las cifras que evidencian la contradicción central de la ocupación marroquí: mientras el Majzén y sus élites obtienen beneficios millonarios de los recursos saharauis, el coste del muro y de la militarización del territorio supone un lastre insoportable para la economía nacional marroquí.

La investigación muestra que los fosfatos, la pesca y las energías renovables generan unos 1.300 millones de euros al año, pero mantener el muro de más de 2.700 kilómetros y el despliegue militar asociado cuesta más de 10.000 millones de euros anuales, cerca del 9% del PIB de Marruecos. La paradoja es brutal: cada marroquí paga 50 euros al año para sostener la ocupación, mientras la familia real y los altos mandos se reparten los beneficios del expolio.

Los números son tozudos: la ocupación no es rentable, es ruina.

El símbolo de esa ocupación es el muro militar marroquí, una línea fortificada de más de 2.700 kilómetros, plagada de búnkeres, trincheras y millones de minas antipersona. Mantener ese muro de la vergüenza supone un gasto aproximado de dos millones de euros diarios. Esta infraestructura, diseñada para dividir al pueblo saharaui y consolidar la ocupación, se ha convertido en un agujero negro que absorbe recursos que podrían destinarse a salud, educación o infraestructuras en Marruecos. Según el economista Fouad Abdelmoumni, la presencia en el Sáhara reduce hasta un 3% del crecimiento anual del país, y si Rabat no tuviera que sostener la ocupación, el gasto militar caería del 9% al 1,9% del PIB, lo que supondría un ahorro de 1.800 millones de euros anuales.

Pero la monarquía marroquí no actúa en clave de beneficio para su pueblo. Los datos demuestran que el saqueo del Sáhara Occidental es un negocio privado del Majzén y sus aliados. La mina de Bou Craa, explotada por OCP Group, genera centenares de millones en exportaciones de fosfatos, mientras las aguas pesqueras de Dajla y El Aaiún aportan otros cientos de millones gracias a los acuerdos con la Unión Europea. Sin embargo, esas riquezas nunca llegan a los trabajadores marroquíes ni a la población saharaui: van directamente a engordar las cuentas de la familia real y de los altos mandos militares. Cada coronel mayor en adelante participa en “beneficios empresariales”, una corrupción estructural documentada por servicios de inteligencia internacionales.

El muro no solo divide al pueblo saharaui: también divide la verdad de la propaganda

Así, el cálculo es brutalmente sencillo: cada marroquí paga alrededor de 50 euros al año para sostener el colonialismo en el Sáhara, mientras el rey Mohamed VI y sus círculos cercanos se reparten los dividendos. No se trata solo de injusticia internacional, sino también de un saqueo interno: Marruecos se desangra económicamente en nombre de una “causa nacional” construida sobre la mentira, el mito y el orgullo vacío.

El “plan de autonomía” marroquí, vendido desde 2007 como “la solución más seria y creíble”, no es más que un espejismo. Ni es autonomía ni es plan: es un guion diplomático para convencer a sus aliados occidentales de que la ocupación es irreversible, mientras sobre el terreno se consolidan colonias, se despliega ejército y se expolia riqueza. Estados Unidos, Francia, España e Israel lo respaldan sabiendo que Rabat jamás concederá una autonomía real, porque hacerlo abriría la caja de Pandora de otras reivindicaciones (Rif, Bled Siba). El Sáhara es utilizado como moneda de legitimación interna del monarca y como peón estratégico en la rivalidad con Argelia.

Pero los números son tozudos: la ocupación no es rentable, es ruina. Los fosfatos, la pesca o la energía solar saharaui no compensan el coste de mantener un ejército desplegado permanentemente y un muro que devora recursos día tras día. Marruecos se presenta como un país emergente, pero el 9% de su PIB se consume en sostener una guerra no declarada contra un pueblo colonizado. Mientras tanto, los barrios populares de Casablanca, Rabat o Tánger sufren paro, falta de servicios básicos y pobreza estructural.

El muro no solo divide al pueblo saharaui: también divide la verdad de la propaganda. La monarquía lo vende como símbolo de fortaleza, pero en realidad es un monumento a la debilidad, al miedo y al coste insoportable de una ocupación ilegal. La comunidad internacional debe leer estas cifras como una prueba más de que el plan marroquí no tiene futuro. Mantener al Sáhara ocupado significa hipotecar el desarrollo de Marruecos, condenar a sus ciudadanos a pagar un tributo colonial y mantener viva una injusticia histórica que, tarde o temprano, estallará.

El pueblo saharaui resiste, y con él resiste también la verdad: el Sáhara Occidental es un territorio pendiente de descolonización, no un botín privado de un rey ni de su ejército. Marruecos podrá seguir enterrando miles de millones en arena y minas, pero nunca logrará enterrar el derecho inalienable del pueblo saharaui a la independencia.

Basado en los datos publicados en: La ocupación del Sahara Occidental reporta 1.300 millones de euros al año a las élites de Marruecos