Fueron los EEUU de América, presididos (diciembre de 2020) por el republicano Donald Trump, los primeros en reconocer oficialmente la soberanía del Reino de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
Siguió en marzo de 2022 el Gobierno español de Pedro Sánchez, que se sumó a ese reconocimiento por razones todavía no explicadas y ante las lágrimas de cocodrilo de la oposición.
Y como ya ocurrió hace más de dos años con España, la reacción inmediata del Gobierno argelino, que defiende la independencia de la ex colonia española, fue retirar a su embajador en París.
Y tiene además un importante instrumento de presión sobre Francia, que utilizó ya con España, como es el corte del suministro de gas natural a ese país.
El gobierno argelino acusa a París, como antes a España, de violar la legalidad internacional y representar un obstáculo a “las iniciativas de la ONU para culminar la descolonización” del territorio saharaui.
De esta tarea se ocupa MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental), que, sin embargo, no ha logrado hasta ahora llevar a cabo ese objetivo dado que Marruecos insiste en que en la eventual consulta participen también los marroquíes allí establecidos desde la Marcha Verde.
El régimen de Rabat trata de atraer al mayor número posible de ciudadanos marroquíes al territorio ilegalmente ocupado ofreciéndoles ventajas fiscales y de otro tipo.
Con su decisión de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara, el Gobierno francés sigue los pasos de Donald Trump, quien logró, a cambio de lo mismo, que Marruecos se sumara a los acuerdos de Abraham y estableciera relaciones diplomáticas con Israel.
Mientras tanto, el territorio saharaui ilegalmente ocupado en fosfatos es objeto de explotación comercial por empresas tanto extranjeras como del propio Marruecos. Hay también empresas alemanas como Siemens activas en el sector energético, sobre todo la energía solar, que puede contribuir en un futuro a proveer a Europa de parte de sus necesidades de “hidrógeno verde”.
Alguna otra empresa también de ese país suministran a Marruecos el cemento que utiliza en la construcción del muro de separación de la parte del territorio que controla el Frente Polisario.
De momento, Berlín no reconoce la “marroquinidad” del Sáhara Occidental y respeta las decisiones del Tribunal de Justicia Europeo, según el cual sólo los representantes del pueblo saharaui pueden firmar acuerdos comerciales y de exportación. Pero Realpolitik es una palabra alemana.
Origen: El pueblo saharaui, sacrificado – La Opinión de A Coruña