
En una intervención durante la conferencia internacional en Ginebra señaló que el retraso de la comunidad internacional en la descolonización ha sido y sigue siendo la causa principal del fracaso y el bloqueo de la creación de la «Unión del Magreb Árabe»,
A nivel europeo, el embajador saharaui afirmó que la continuación del conflicto contribuyó a paralizar las iniciativas de asociación entre las dos orillas del Mediterráneo, envenenó las relaciones de los países de la región con Europa y llevó a Rabat a recurrir a todo tipo de chantajes para influir en la posición de la Unión sobre la cuestión del Sáhara Occidental.
A nivel de las Naciones Unidas, señaló su incapacidad para imponer sus resoluciones y las disposiciones de su Carta. A pesar de la naturaleza del conflicto y de la situación jurídica del territorio, así como de las decisiones y acuerdos sobre las etapas de la hoja de ruta para la solución, que se ha completado en un 80 %, aún no se ha organizado el referéndum. Incluso en cuestiones que no deberían ser objeto de controversia, como la vigilancia de los derechos humanos y la protección de los civiles, el veto marroquí sigue siendo la norma. En lugar de que el Consejo de Seguridad imponga la realización del 20 % restante de la misión de la MINURSO, algunos Estados miembros permanentes tienden a caer en la «trampa» marroquí, que pretende ganar más tiempo para promover la tesis del autogobierno. Una tesis que no constituirá ninguna base para la solución, debido a su incompatibilidad fundamental con el derecho del pueblo a la autodeterminación y a definir el estatuto definitivo del territorio.
Esas fuerzas, antes de embarcarse en una dinámica que conduce inevitablemente a un callejón sin salida, deberían haber respondido primero a una pregunta de sentido común: ¿cómo puede una fuerza de ocupación que se opone «histéricamente» a cualquier mandato neutral de supervisión de los derechos humanos pretender seriamente conceder al territorio y a su pueblo un «autogobierno genuino»? Esa idea no es más que una invitación abierta a los refugiados y desplazados saharauis a regresar a una gran prisión, que son las ciudades ocupadas.
En lo que respecta a Marruecos, el pueblo marroquí hermano ha pagado un alto precio por la continuación del conflicto en muchos ámbitos, entre los que destacan dos: – En primer lugar, porque la opción expansionista que eligió Marruecos en 1975 y los arrestos, abusos y silenciamiento de los marroquíes que la acompañaron dieron lugar a una narrativa autoritaria que, con el tiempo, se convirtió en el cordón umbilical que alimenta la naturaleza opresiva del régimen. La «unidad territorial» y la «causa nacional» se han utilizado como prioridad para justificar el mantenimiento de un puño de hierro que ahoga las libertades y golpea con mano dura a quienes se apartan del discurso oficial en diversas cuestiones, entre ellas el Sáhara Occidental, incluidos destacados periodistas y activistas.
Para el diplomático saharaui, el segundo ámbito es el elevado coste económico de la guerra y la continuación del conflicto que han empobrecido al país situándolo en el puesto 120 en el índice de desarrollo humano de 2024, con una tasa de desempleo del 13 %, una pobreza multidimensional del 42 % y una tasa de analfabetismo del 30 %.