Bajo el título, «Derechos Humanos y empresas transnacionales en el Sáhara Occidental: el caso del tomate», se detalla cómo cinco grandes grupos empresariales, algunos participados por Mohamed VI y el propio ministro de Agricultura de Marruecos, explotan tierra fértil de los territorios ocupados del Sáhara Occidental para crear uno de los mayores centros de producción de tomate a nivel mundial.
También es destacable la presencia de «Domaines Abbes Kabbage (DAK), filial del Grupo Kabbage, liderado por el entonces alcalde de Agadir, Tariq Kabbage, el cual cuenta como socio en varios proyectos con el actual Ministro de Pesca y Agricultura, Aziz Akhannouch. Al igual que el resto de grandes grupos empresariales, el DAK cuenta con empaquetadoras de tomate en territorio marroquí.
Las principales empresas implantadas en Dakhla lo hicieron previamente en Agadir. Son, por tanto, filiales de las empresas matrices constituidas en territorio marroquí. Debido a una exoneración fiscal concedida por el anterior rey de Marruecos, Hassan II, a mediados de los años 70 del siglo XX, las empresas instaladas en el Sáhara Occidental están exentas del pago de impuestos. Esta exoneración fiscal nunca se formalizó en un texto legal o reglamentario.
Irregularidades
El estudio recoge además las múltiples irregularidades del macro-proyecto agrícola que la oligarquía marroquí está levantado alrededor de Dakhla, entre las que destacan la vulneración de derechos fundamentales del pueblo saharaui y la discriminación laboral hacia esta población, la usurpación de sus recursos naturales locales, como la tierra y el agua, y el fraude a los consumidores europeos en materia de etiquetado.
La producción agrícola en el Sáhara Occidental se concentra en un perímetro de unos 70 Km en torno a la ciudad de Dakhla (antigua Villa Cisneros). Su expansión, basada en el cultivo principalmente del tomate (en torno al 80%) y del melón (en torno al 20%), se inició a partir de los primeros años de este siglo, propiciada por una climatología favorable –promedio de 300 días de sol al año; un 30% más que en la región marroquí del Souss Massa, cuya capital es Agadir, y en la que se producen la gran mayoría de los tomates en Marruecos– que permite anticipar su cultivo y recolección (adelantándose 2 o 3 semanas antes a la región del Souss) y, por tanto, posicionarse de forma más ventajosa en los mercados europeos. Según algunas fuentes, la disponibilidad de recursos hídricos fue un factor importante para la implantación de las primeras empresas del sector, previamente instaladas en la región del Souss, cuyos acuíferos decrecientes han sido ampliamente sobreexplotados.
A nivel laboral, se estiman 14.000 los empleos directos en las unidades de producción de Dakhla. La gran mayoría de los empleados son marroquíes, muchos procedentes de la región del Souss: no contratan a los saharauis porque desconfían de ellos y porque buscan mano de obra algo cualificada que encuentran directamente en el Souss, donde ya han desempeñado esta labor, y donde, como se ha señalado, dichas empresas están también instaladas. Estos datos son consistentes con la estrategia de transferencia de población y su intención de revertir demográficamente a la población saharaui. Hay declaraciones de trabajadores marroquíes que denuncian condiciones laborales deplorables en las extensiones agrícolas.
Sin trazabilidad
Asimismo, el informe incide en los incumplimientos en trazabilidad y etiquetado señalados por COAG a lo largo de los años: la producción de tomates que salen de Dakhla, lo hacen vía terrestre, en camiones que los transportan hasta Agadir, en territorio marroquí. Allí se mezclan con el resto de producción de tomate de los invernaderos de esta región de Souss, incurriendo ya en este primer paso de la cadena de exportación en la llamada marroquización del producto, siendo empaquetado y etiquetado como producto producido en Marruecos. El empleo de la vía terrestre dificulta enormemente el rastreo del producto, y no hay mecanismos transparentes y claros que permitan realizar el seguimiento del producto entre su salida de los invernaderos y su llegada a las empaquetadoras en Agadir. Al consumidor europeo le resulta imposible discernir el origen real de los productos que luego encuentra en el lineal, en una clara vulneración de las normas de etiquetado de la UE.
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