EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA… y las Naciones Unidas tienen la obligación moral y política de impedir que lo sea

EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA… y las Naciones Unidas tienen la obligación moral y política de impedir que lo sea

EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA: no es un enclave asediado ni una tierra indefensa.

EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA: el Frente Polisario no es Hamás; dispone de una estructura política y militar organizada, formada en la guerra convencional, y cuenta con la legitimidad de representar a un pueblo que nunca ha renunciado a su derecho

EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA: el conflicto del Sáhara no es un enfrentamiento religioso ni una guerra sin actores políticos definidos.

EL SAHARA OCCIDENTAL NO ES GAZA: Es un proceso de descolonización bloqueado, en el que un pueblo —el saharaui— lucha desde hace casi medio siglo por ejercer un derecho que le reconoce el propio Derecho Internacional.

Y precisamente por eso, las Naciones Unidas tienen la obligación moral y política de impedir que lo sea.

(A propósito del artículo “Le Sahara n’est pas Gaza”, publicado en Algérie Patriotique, 19 de octubre de 2025)

La lectura del artículo “Le Sahara n’est pas Gaza” publicado por Algérie Patriotique ofrece una reflexión lúcida sobre un paralelismo que, aunque tentador, resulta profundamente erróneo. Mientras los ojos del mundo permanecen fijos en Gaza, otra herida abierta en el mapa del colonialismo moderno —el Sáhara Occidental— vuelve a arder. Pero, como advierte el texto, “le Sahara Occidental n’est ni une enclave assiégée ni une terre sans défense. Et le Front Polisario n’est pas le Hamas.” El recordatorio es necesario: el conflicto del Sáhara no es un enfrentamiento religioso ni una guerra sin actores políticos definidos. Es un proceso de descolonización bloqueado, en el que un pueblo —el saharaui— lucha desde hace casi medio siglo por ejercer un derecho que le reconoce el propio Derecho Internacional.

El artículo de Algérie Patriotique señala con acierto que el nuevo intento de Estados Unidos de imponer una “autonomía bajo soberanía marroquí” no es más que la prolongación de un intercambio vergonzoso entre Rabat y Washington: el reconocimiento del Sáhara ocupado como marroquí, a cambio de la normalización con Israel. Un trueque diplomático ideado por Donald Trump y su yerno Jared Kushner que convirtió en mercancía dos ocupaciones —la de Palestina y la del Sáhara Occidental— a cambio de ventajas políticas efímeras. En ese contexto, la llamada “doctrina Trump” no busca soluciones justas, sino acuerdos funcionales al poder: consagrar la fuerza como principio y vaciar de contenido la legalidad internacional.

Sin embargo, el texto subraya una diferencia crucial: el pueblo saharaui no está inerme. El Frente Polisario dispone de una estructura política y militar organizada, formada en la guerra convencional, y cuenta con la legitimidad de representar a un pueblo que nunca ha renunciado a su derecho. Marruecos lo sabe, y también sabe que una implicación directa de Israel en este conflicto transformaría el mapa político del Magreb. Una chispa en el Sáhara puede incendiar toda la región sahelo-magrebí, con consecuencias incalculables. Europa, recuerda el artículo, ya arrastra las secuelas de la guerra en Ucrania y de la ocupación de Palestina: no necesita otra crisis fabricada en sus fronteras del sur.

Pero más allá del análisis militar, Algérie Patriotique apunta a una verdad política profunda: los tiempos en que se decidía el destino de los pueblos sin contar con ellos están terminando. Rusia y China, que no han digerido el uso reiterado del veto estadounidense para bloquear cualquier acción contra el genocidio en Gaza, no aceptarán una resolución del Consejo de Seguridad que viole el principio de autodeterminación del pueblo saharaui. El tablero internacional se reconfigura, y con él las alianzas. Estados Unidos, que antaño dictaba la agenda del Consejo, se descubre ahora más solo que nunca.

Desde la Plataforma “No te olvides del Sáhara Occidental” coincidimos plenamente con esa conclusión: el Sáhara Occidental vuelve a ser el punto donde se cruzan las fracturas del orden internacional —entre el viejo colonialismo que se resiste a morir y la dignidad de los pueblos que reclaman su lugar—. Marruecos pretende aprovechar la impunidad de Gaza para imponer su propia “solución final” sobre el Sáhara, pero se equivoca: la historia no se repite, y el pueblo saharaui no se rinde. La diferencia esencial es que, mientras Palestina es víctima de un genocidio en curso, el Sáhara mantiene viva la resistencia organizada, la esperanza política y la legitimidad jurídica que el mundo entero reconoce, aunque lo olvide.

Hoy, cuando los poderosos intentan imponer resoluciones que violan abiertamente el Derecho Internacional, la causa saharaui sigue siendo la línea que separa el oportunismo de la justicia. Y frente al cinismo de quienes comercian con los pueblos, conviene recordar las últimas palabras del artículo de Algérie Patriotique: “El tiempo en que se decidía el destino de los pueblos sin ellos ha terminado.” Esa frase resume no solo una convicción, sino una advertencia.

Porque, efectivamente, el Sáhara Occidental no es Gaza. Y precisamente por eso, el mundo tiene la obligación moral y política de impedir que lo sea.