Por Alberto Maestre Fuentes – OPINIÓN
Madrid (ECS). – Este viernes 18 de marzo, Marruecos hacía pública una carta remitida por el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, al rey Mohamed VI, por la cual el primero expresaba su apoyo a la propuesta marroquí de autonomía para el territorio no autónomo del Sahara Occidental, como la “más seria, realista y creíble”, para resolver este conflicto.
De este modo España sigue los pasos de Alemania para zanjar las crisis bilaterales entre ambos países. Pero por otra parte, es un error estratégico de España. Pedro Sánchez allana el camino a la “ocupación híbrida de Ceuta y Melilla” y despierta el fantasma de la autonomía en la península ibérica.
Con este gesto, Rabat da cerrada, de momento, la crisis con Madrid.
Es lo máximo que, ha conseguido del gobierno español sobre este tema, en este tiempo de tensiones que llevó a la retirada de la embajadora marroquí de Madrid. Un apoyo español que a la práctica ya se lo estaba ofreciendo desde hace tiempo. Ahora sólo se ha plasmado sobre un papel.
Ninguna novedad.
Nada va a cambiar.
Si Marruecos esperaba que Pedro Sánchez, emulando al presidente Donald Trump, reconociera la soberanía marroquí del Sáhara Occidental, ha fracasado estrepitosamente.
El gobierno español sabe muy bien que esta opción, reconociendo la marroquinidad del territorio no autónomo del Sáhara Occidental, no se puede tomar, pues contravendría la legalidad internacional.
Pero todo es posible en el Reino de España y Marruecos es consciente de ello y estos meses ha presionado en esa dirección que finalmente y afortunadamente, no se ha dado.
Recordemos que también fue ilegal la cesión unilateral por parte de España a Marruecos y Mauritania del Sahara Occidental, así que un acto más, contrario a derecho, no tenía que sorprender a nadie.
En este largo conflicto diplomático entre ambos vecinos al final seguirán las cosas como estaban.
España apoyando de forma descarada la ocupación marroquí del Sahara Occidental e intentando que la opción de la autonomía se imponga, pero no yendo a más.
España seguirá sin ejercer el papel que le corresponde como potencia de iure del Sahara Occidental y anteponiendo sus relaciones con Marruecos a sus deberes internacionales.
Los saharauis tienen reconocido por la ONU su derecho inalienable a la autodeterminación mediante referéndum.
Realmente a España no le interesa que este conflicto de descolonización se solucione algún día, pues sabe muy bien que, si finalmente Marruecos consigue la anexión del Sahara Occidental y el reconocimiento internacional a la misma, el siguiente movimiento del estado “amigo” marroquí será la “liberación” de Ceuta y Melilla, tal como lo ha expresado en más de una ocasión.
Plazas incómodas para España que si pudiera también se las cedería, sin contemplaciones, sin ningún tipo de duda. El Frente Polisario, el movimiento de liberación, reconocido por la ONU como representante del pueblo saharaui, ha lamentado que el presidente Sánchez “sucumba al chantaje” de Marruecos y acepte su plan de autonomía.
Ahora falta saber la reacción de Argelia aliado del Frente Polisario.
Recordemos la importancia del suministro de gas argelino para el Estado Español.
No sé si el presidente Sánchez habrá valorado las posibles reacciones de Argel a esta declaración.
Antes de tomar partido, oficialmente por el plan autonomista marroquí, es de suponer que se habrá sondeado a las autoridades de Argel y le habrán garantizado que no habrá represalias y que las relaciones y el suministro de gas, no se verán afectados, pues como he expresado anteriormente, realmente no supone cambio alguno, por parte de Madrid, en su papel en relación al conflicto saharaui, y así se lo habrá trasladado al gobierno argelino.
Conflicto que España provocó al no descolonizar el territorio tal como se había comprometido en su día.
Si no es así, las consecuencias pueden ser bastantes negativas para los intereses españoles.
Otro tema hubiera sido si España hubiera ido más lejos al estilo del Trump. Mientras tanto las relaciones entre Marruecos y España volverán a su “normalidad” con sus típicos altibajos tan características de dos estados “amigos”.