España, consciente de su error, multiplica la diplomacia paralela con Argelia ante el congelamiento imparable de relaciones

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Ahmed Zain.

 

ECS. Madrid. | El gobierno español está en una situación incómoda, por no decir angustiosa. Su posición a favor del ilegal plan de autonomía marroquí para un territorio ocupado le resultó en una salva de palos tanto en el interior del país como desde Argelia, que no dudó en llamar a su embajador nada más difundirse la carta dirigida por Pedro Sánchez al rey de Marruecos en la que le aseguraba, de espaldas al pueblo español, su apoyo en el expediente saharaui, en total violación de las resoluciones de la ONU. Ante este grave giro, son muchas las voces influyentes y de personalidades políticas las que se han alzado en Madrid para denunciar el cambio de rumbo del Ejecutivo, que consideran perjudicial para los intereses de España. El último en pronunciarse sobre el tema es el exministro de Defensa Federico Trillo, quien reprendió duramente al presidente del Gobierno cuya palabra, dijo que “no vale nada”.

Y según reveló el digital español El Independiente, hay malestar en el Ministerio de Relaciones Exteriores de España (MAEC) por la postura y modos de Albares, a quien califican como el »hazmerreír» de Europa. »Desde patán hasta pirómano, o directamente incompetente. La imagen que estamos dando en Europa es que hemos entrado en el grupo de Chipre o Grecia, países que no saben gestionar por sí solos su diplomacia y recurren a la Unión Europea. Es de una indignación absoluta. Albares es el hazmerreír de Europa» afirmó un diplomático bajo anonimato al citado medio.

Del lado oficial, nos enteramos de que las autoridades españolas están luchando a contrarreloj por hablar con sus homólogos argelinos intentando una diplomacia paralela y entre bastidores. Una actitud que demuestra la delicada situación en la que se han puesto Pedro Sánchez y su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, desde su desliz que les valió un rechazo votado por la mayoría de los diputados del Congreso español.

Y ayer domingo, llegó el turno del presidente y consejero delegado de Enagás, Arturo González Aizpiri, en las que hizo unas entusiasmadas declaraciones respecto al socio argelino, calificándolo de «fiable». Argumento usado con anterioridad hasta la saciedad por el propio Albares en un intento en vano de descongelar el agravio cometido.

En sus declaraciones al diario El País, en respuesta a una pregunta relacionada con el suministro de gas argelino a España y la reducción de volúmenes, Arturo Gonzalo Aizpiri tranquilizó a los españoles, indicando que el suministro de gas argelino no experimentó ningún descenso y que Argelia cumplió íntegramente con las cláusulas del contrato vigente. Unas afirmaciones nada sorpresivas, ya que fue el mismo mandatario argelino, Abdelmajid Tebboune, quien reconoció en la televisión pública que el problema es con el gobierno español y no con los ciudadanos españoles.

El jefe de la gasística española Enagás, que mantiene contratos con Sonatrach, destacó la confianza que él y los políticos españoles depositan en Argelia, que nunca ha renegado de sus compromisos desde 1996, cuando entró en funcionamiento el Gasoducto Magreb-Europa (GME) aseverando que no hay «preocupación» sobre este tema.

El deshielo en las relaciones entre Argelia y España es cuestión de tiempo, en la medida en que todo indica que el presidente del Gobierno español, debilitado y aislado, incluso en su propio campo, busca una salida al diferendo que suscitó con Argelia en tal una manera de no parecer que se está juzgando a sí mismo. Pero los dados están echados y su salida parece ser la única forma de restaurar el Tratado de Amistad roto unilateralmente por una Argelia cada vez menos proclive a hacer la vista gorda ante cualquier provocación o medida hostil contra sus intereses estratégicos y seguridad regional.

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