El 1 de abril de 2008 el mundo que Ali Aarass había conocido se desmoronó como un castillo de naipes. La Guardia Civil le detuvo en su Melilla natal por una acusación de terrorismo que el entonces juez Baltasar Garzón investigó y terminó cerrando sin hallar pruebas. Ali penó durante dos años y nueve meses por cárceles españolas hasta su extradición a Marruecos a finales de 2010. Tras una década de torturas y vejaciones en las mazmorras marroquíes y una excarcelación, Ali habla con El Independiente de aquella “historia extravagante” que le robó más de una década de libertad y cuyas secuelas físicas y psicológicas aún arrastra.

Ali no ha olvidado ninguno de los meses que pasó incomunicado y sometido a tratos degradantes en el país vecino. Tampoco a los verdugos que lo condujeron hasta el infierno que jamás imaginó transitar. Lo hace sin esconderse ni rehuir nombres cuando se cumplen 17 años del inicio de su calvario y un lustro de su liberación y apenas una semana después de que uno de los principales responsables de su “vía crucis”, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, presentara en Madrid -arropado por la plana mayo de su Ejecutivo- su último libro, La solución pacífica, un ensayo en el que supuestamente reivindica “la creación de estructuras que promuevan el respeto, la justicia y la equidad” y donde se presenta como un “agente de paz”. En plena tourné por medios de comunicación afines y periodistas cómodos, el equipo de Zapatero ha declinado la solicitud de entrevista con El Independiente.

La tragedia de Ali

Contra el socialista, hoy abnegado lobista de Marruecos, China o Venezuela, Ali se despacha en su libro “El cielo es un cuadrado azul”, la memoria de la vida que estrenó en abril de 2008 y publicado recientemente en francés en Bélgica, adonde emigró con 15 años desde Melilla y donde reside en la actualidad. “El 1 de abril de 2008 la policía española me secuestró en mi puesto de trabajo, me detuvo arbitrariamente y me recluyó en régimen de aislamiento total. Dos años y nueve meses después, en Madrid, los tribunales desestimaron mi caso. Debería haber sido puesto en libertad, simplemente porque era inocente. Pero el gobierno de entonces, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, se negó. Planeó extraditarme a Marruecos. El resto ya lo conocen. Después de todas estas injusticias y torturas cometidas en Marruecos con la complicidad de España, que se supone que sigue la decisión de su justicia, y la falta de asistencia del Estado belga a uno de sus ciudadanos durante doce años, en los que le he que pedido constantemente defendiera a un inocente, ¿debería sentir odio? No, nunca, porque el odio carcome”, escribe Ali.

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