La Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU ha confirmado lo que los pueblos del mundo ya denunciaban en las calles: Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino en Gaza. El informe, presentado en Ginebra, es demoledor. Detalla que las autoridades israelíes han perpetrado cuatro de los cinco actos genocidas definidos por la Convención de 1948: matar, infligir graves daños físicos o mentales, imponer condiciones de vida dirigidas a la destrucción del grupo e impedir nacimientos. No se trata de “excesos” ni de “errores”, sino de una política deliberada para exterminar a la población palestina.
El documento muestra cómo la estrategia israelí ha sido sistemática: provocar hambruna mediante un bloqueo total, destruir hospitales y escuelas, atacar a la infancia de forma directa, usar la violencia sexual como arma de guerra y arrasar lugares religiosos y culturales. Navi Pillay, presidenta de la Comisión y ex alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, lo expresó con claridad: la única interpretación posible de estos actos es la intención de destruir al pueblo palestino en Gaza. Es decir, genocidio en el sentido más estricto del derecho internacional.
La ONU señala directamente a las más altas autoridades de Israel, incluyendo al presidente Isaac Herzog, al primer ministro Benjamín Netanyahu y al exministro de Defensa Yoav Gallant, como responsables de incitación al genocidio. Al mismo tiempo, subraya que Israel ha ignorado las medidas provisionales dictadas por la Corte Internacional de Justicia en 2024, que le ordenaban detener los crímenes y permitir el ingreso de ayuda humanitaria. Lejos de cumplir, el Estado de Israel ha continuado su campaña de destrucción con total impunidad.
La responsabilidad no recae únicamente en Israel. La inacción de las grandes potencias, el silencio cómplice de muchos gobiernos y el negocio de las armas que alimenta esta masacre hacen a otros Estados también responsables. La propia comisión advierte que mirar hacia otro lado equivale a complicidad, porque cada día de inacción cuesta vidas. La obligación legal de todos los países es detener el genocidio con los medios disponibles: suspendiendo el comercio de armas, sancionando a las empresas que colaboran y exigiendo justicia.
El pueblo palestino, como el saharaui, resiste frente a una maquinaria colonial que pretende borrarlos del mapa. Gaza es hoy un espejo de la brutalidad, pero también de la dignidad de un pueblo que no se rinde. La comunidad internacional tiene la oportunidad de elegir entre la complicidad y la justicia. Y no puede haber medias tintas: igual que en el Sáhara Occidental, no se trata de “conflictos” entre Estados, sino de crímenes internacionales contra pueblos enteros. La solidaridad debe traducirse en acción concreta para poner fin al genocidio en Palestina y a la ocupación en el Sáhara.
PLATAFORMA «No te olvides del Sahara Occidental»