Manifestantes prosaharauis en el centro de Madrid | Francisco Carrión
El viernes 31 de octubre de 1975, unidades acorazadas y regimientos del ejército marroquí se internaban en territorio saharaui para ocupar las localidades de Echedeiria, Hauza y Farsía que España había abandonado. Era un viernes negro en el que el incipiente Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) se enfrentaba, solo, al invasor marroquí; mientras el mundo estaba pendiente del avance de La Marcha Verde que estaba traspasando la frontera por poniente (en dirección a Tah), y la bandera de España seguía ondeando, aun, en la capital del Sahara Español.
Los saharauis la llamarían La Marcha Negra, que es el color que realmente la define
La Marcha Verde fue denominada, inicialmente, por su ideólogo y promotor –Henry Kissinger– La Marcha Blanca. Hasan II le cambió el nombre para adornarla con el color del islam. Los saharauis la llamarían La Marcha Negra, que es el color que realmente la define. El 31 de octubre de 2025, cincuenta años después, en otro viernes, esta vez de decepción y desengaño, la comunidad internacional ha subordinado los principios recogidos en la Carta de Naciones Unidas a los intereses espurios –y mezquinos– de unos pocos, en un vano y obstinado intento de coartar los anhelos de libertad de un pueblo que lleva medio siglo luchando por su legítimo derecho (como cualquier otro) a existir.
En este viernes frustrante, el Consejo de Seguridad adoptó la resolución 2797/2025 sobre el Sahara Occidental. Una resolución ambigua e incongruente en la que, de manera sibilina e insidiosa (en un raro y sorprendente encaje de bolillos) se pretende equiparar –o sustituir– y, en todo caso, tratar de ligar el derecho inalienable a la libre determinación del pueblo del Sahara, a un proceso de autonomía en el seno de una potencia (Marruecos) que ocupó a sangre y fuego el territorio saharaui cuando estaba a punto de ser descolonizado por España; como si un proceso autonómico, en este contexto, fuera inclusivo del derecho de autodeterminación, cuando, a todas luces, no solamente no lo es, sino que es totalmente lesivo y excluyente.
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